Jorge Ávalos: «Justicia para Wendy» (opinión)

Urge acción en la injusta detención de una joven líder salvadoreña dedicada a la cultura y los derechos humanos de indígenas y afrodescendientes.

Jorge Ávalos
La Zebra | #9 | Septiembre 11, 2016

El día de ayer comenzó a circular en las redes sociales una noticia que tomó por sorpresa al sector cultural y de derechos humanos: una joven de 23 años, totalmente dedicada al trabajo social hacia la juventud, había sido detenida en Morazán, acusada de un grave delito. Su nombre es Wendy Morales. Ella es conocida en el sector cultural porque es actriz. En el sector de justicia es conocida por ser una líder joven, nahuablante, dedicada a la lucha por los derechos de pueblos originarios y afrodescendientes.

Yo la conozco porque en el año 2014, a los 21 años, ella participó de un proyecto de formación teatral que yo impulsé. No era la primera vez que ella participaba en un proyecto como este. Wendy ha formado parte de grupos de formación teatral desde los 12 años de edad, y a los 17 años fue elegida para formar parte del diplomado de artes escénicas del programa “Jóvenes Talentos” que se enseñaba en la Universidad Tecnológica. Allí demostró ser una de las estudiantes más dedicadas y destacadas.

Wendy está acusada de un delito muy grave. Me resistía a hacerlo público, pero no veo otra manera de enfatizar la urgencia con que la comunidad cultural y de derechos humanos debe actuar para exigir una revisión de su detención a la Fiscalía General de la República. Wendy está siendo acusada de un caso de “extorsión” ocurrido en el 2014, cuando ella tenía 21 años. Por lo que sé hasta ahora, el único vínculo entre ella y el caso es un número de teléfono que tuvo en el 2012, hasta que el celular y otras pertenencias le fueron robados (al parecer, la compañía de telefonía nunca canceló la vigencia del número). Las llamadas y las acciones relativas a este caso de extorsión tomaron lugar en Soyapango. Wendy, que vive en Quezaltepeque y trabaja en San Salvador, está bajo detención provisional pese a que la Fiscalía no presentó ninguna prueba concreta en contra de ella.

En el 2014 Wendy finalizaba su carrera universitaria en Servicio Social, una elección que implica, por sí misma, vocación de servicio, inclinación a ayudar al prójimo y dedicación desinteresada; ninguno de estos son rasgos de carácter que podríamos atribuir a un delincuente. Durante ese mismo año, además del trabajo universitario, Wendy daba clases de náhuat a principiantes, todas las semanas, y encima de esto, dos o tres veces a la semana tomaba clases de teatro y atendía ensayos para una obra producida por Teatro La Zebra. Todo esto lo hacía en San Salvador mientras vivía en Quezaltepeque, de donde viajaba en bus todos los días.

Así que, además de la evidente incongruencia entre el carácter de Wendy y el perfil del peligroso delincuente que busca la policía, tenemos la incongruencia de tiempo, puesto que me parece casi imposible que con una agenda tan abrumadora Wendy haya podido también ser miembro de un grupo de crimen organizado localizado en Soyapango. Yo comprendo que la policía está haciendo su trabajo con las pistas que tiene, pero es hora de que la Fiscalía intervenga y considere que es muy probable que con esta captura se está cometiendo una grave injusticia. Ni yo ni nadie que yo conozca y que conoce a Wendy, como parte del sector cultural y del de derechos humanos, puede creer esta acusación.

Yo sumaría a esto un detalle sociológico, algo que se suma a la realidad de los que viajamos a pie y en transporte público. Wendy viaja en las rutas de buses más peligrosas del Gran San Salvador, y a menudo recibíamos noticias de los asaltos que sufría. En mi mensajería de Facebook, estoy seguro, debo tener mensajes de cuando esto le sucedía. Y como me ha sucedido a mí y a la mayoría de la población de a pie en el país, la Policía tiende a menospreciar robos de celulares prepago. Así que nos toca estar cambiando de teléfonos y de números con frecuencia.

La Policía no toma denuncias de personas que son robadas en autobuses si no poseen prueba de identidad, y como es frecuente que, además del efectivo y los celulares, los ladrones roben carteras y billeteras con el DUI, las víctimas del transporte público rara vez tienen la oportunidad de completar sus denuncias. Como consecuencia, las víctimas no obtienen la prueba necesaria para recuperar su número de celular, y deben resignarse a comprar otro y con otro número. Lo que esto significa para mí, es que tenemos un sistema cínico: por un lado, discrimina contra las personas de bajos ingresos en su búsqueda por denunciar y reparar su situación; y, por otro lado, los deja vulnerables a situaciones como ésta, en la que se encuentra Wendy.

Pero en este caso el sistema está siendo doblemente cínico, porque la dedicación de Wendy a las labores culturales y sociales en pro de la juventud son, en parte, producto de los proyectos de prevención de violencia que lograron encauzarla hacia actividades positivas, que ayudaron a formar su carácter y le permitieron potenciar sus dotes naturales. Que ahora se acuse de un delito tan grave a una joven líder que superó sus circunstancias y que sí tomó provecho de los esfuerzos por dar oportunidades a jóvenes que viven en situaciones de riesgo y en comunidades peligrosas, es una ironía cruel, demasiado cruel.

 

Campaña

Necesitamos acción urgente para hacer saber a las autoridades de que creemos que se está cometiendo una grave injusticia en este caso. Para comunicación y acción comunitaria se ha creado un grupo en Facebook que exige justicia por Wendy Morales, accesible en el siguiente enlace:

Justicia para Wendy Morales
https://www.facebook.com/Justicia-para-Wendy-Morales-708569732630530/

Testimonio de Gustavo Martínez, novio de Wendy Morales:

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