Thirza Ruballo: «Carta a Fidel» (memoria)

Un texto autobiográfico que explica cómo se forjaron los valores de una mujer que creció durante las guerras de El Salvador y Nicaragua, escrito tras la noticia de la muerte de Fidel Castro.

Thirza Ruballo
La Zebra | # 74 | Febrero 22, 2022

Noviembre 27, 2016

Querido Fidel:

Influenciaste mi vida desde que nací, pues diez años de revolución cubana fueron suficientes para que mi madre, maestra de profesión, tomara la decisión de liberarme del “opio de los pueblos” y dejar a mi criterio el optar o no a una religión.

A mis 13 años tuve conciencia plena de lo que era el “sacrificio de la lucha revolucionaria”, pues mi madre, estudiante de sociología en ese tiempo, no pudo contener el impulso de sumarse a la efervescencia del movimiento social salvadoreño, a través de la organización de maestros Andes 21 de Junio, que buscaba una justicia social inspirada en el sistema socialista cubano en donde la salud, educación, alimentación y vivienda eran un derecho que se garantizaba a toda la población, mediante la nacionalización de todos los recursos y la distribución equitativa de los ingresos; decisión que le costó  un poco más de un año de cautiverio como rea política, periodo en el cual yo me enamoré de los “ideales revolucionarios”.

Arribando a mis 15 años, una Ley de Amnistía facilitó el exilió a mi familia teniendo como destino final Nicaragua, país que precozmente cumplía sus cuatro años de revolución y donde aprendí  lo que significaba, en esencia, la soberanía de los pueblos, pues junto a la Juventud Sandinista, vestí la chocolita y me colgué al hombro un fusil AK-47, con las brigadas de trabajo voluntario, para recoger la producción de café en las montañas de Matagalpa y Jinotega,  durante el periodo de bloqueo económico; y para defender a esta revolución, ante una posible invasión de los “yanquis” que irrumpían el territorio con el “pájaro negro”, caldeándonos aún más los sentimientos juveniles antiimperialistas.

Durante casi una década en Nicaragua fui favorecida por el internacionalismo  con los conocimientos gratuitos de una decena de maestros cubanos en física, matemática, letras y otras ciencias, que sin desmerecer su excelencia profesional, lo que más me impregnó de ellos, además de su fuerte olor a tabaco, fue su calidad humana, solidaridad y humildad; su actuar, con la poética de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, más la calidez del pueblo nicaragüense, me enseñaron a creer que es posible construir un ser humano nuevo.

Luego de que Cuba quedara en la orfandad, con el fin de la guerra fría, y el comienzo del severo deterioro económico y de su imagen internacional con el denominado “periodo especial”; y los rumores de que estabas enfermo de gravedad, me surge el anhelo de conocer tu país, Cuba, que fue mi referente; propósito que tuve la dicha de lograr cuando tenías 85 años; y por segunda vez, a tres meses de tu partida. Conocer Cuba y compartir en sus calles con su bella, sencilla y humana población, fueron experiencias enriquecedoras, que profundizaron mi admiración, porque pude constatar el coraje, valentía, ingenio y dignidad con que el pueblo cubano superó todos los obstáculos, con una identidad y honorabilidad profunda, orgullosos de su historia.

Por más quejas que pudiera seguir escuchando de lo malo que fue el sistema socialista o comunista cubano, y acusaciones de tiranía, su aporte histórico para la humanidad no puede ser refutado; incluso tus hermanos cubanos que decidieron alejarse de Cuba, te deben a ti y a la revolución cubana, todas las bondades con las que son recibidos en Estados Unidos, a diferencia del resto de migrantes latinoamericanos indocumentados que son considerados y tratados como delincuentes.

Agradeceré el resto de mis días, la influencia que ejerciste en mi vida, y aunque mis ojos se humedezcan por tu partida, tú, Fidel Castro, serás siempre un aliento y tu nombre  un sinónimo cuando piense o busque las palabras: revolución; sacrificio; lucha revolucionaria; dignidad; justicia social; soberanía; trabajo voluntario; antiimperialismo; internacionalismo; solidaridad; coraje; valentía; dignidad; identidad; honorabilidad; valores revolucionarios… pero sobre todo seguiré creyendo en el ideal de que podemos ser “necios” y “un tilín mejores y mucho menos egoístas”.

Nuevamente, gracias infinitas…

¡Cuba! ¡Qué linda es Cuba!
¡Quien la conoce la quiere más!