¿Poesía o cuento? Un raro texto inédito del gran poeta nicaragüense publicado en 1883.
Rubén Darío
Arte de Andrea Gill
La Zebra | # 99 | Noviembre 29, 2024
“El loco”, una rareza inédita en la obra del genio nicaragüense que fundó el movimiento modernista, Rubén Darío (1867-1916), es en realidad un poema escrito en endecasílabos, pero en verso blanco (sin rima). Lo publicamos en una versión en prosa para demostrar cuán intensamente narrativo es, y cómo anticipa algunas fórmulas de la minificción en el siglo XX, pues está construido como un cuento. Adicionalmente compartimos una fotografía de la versión original en verso, tal y como apareció publicado el 15 de julio de 1883, p. 8, en un periódico de El Salvador, La Fortuna. Este inusual medio impreso, editado por la primera lotería de beneficencia en el país, aparecía mensualmente y se distribuía con el fin de impulsar obras de caridad y, por lo tanto, sólo incluía artículos, cuentos y poesía de entretenimiento.
Jorge Ávalos
El loco
Llegó la madre y se abrazó a la esposa. Él no estaba esa tarde. En la noche, las dos entre caricias a un mismo lecho fueron a acostarse. Entre las dos, dormía dulcemente el tiernecito infante, la abuela le tomó la manecita, pues ella mismo quiso persignarle.
Todos están dormidos y él llega a medianoche de la calle, ardiendo en rabia, que perdió en el juego su honor y sus caudales. Llega y empuja la entornada puerta, y a oscuras va como el ladrón cobarde. Al lecho se dirige, toca y ruge con inmenso coraje.
Alguien está en el lecho de su esposa. Saca el puñal que junto al pecho trae y, asestando terribles puñaladas, sólo se siente salpicar de sangre.
Apenas escucha un estertor de muerte se cree vengado, y a la puerta sale, llama a la ronda, que a sus voces llega, y camina al lugar de la catástrofe.
La débil luz de una linterna sorda sobre aquel lecho claridad esparce.
Da un grito el desgraciado, y sobre el pavimento cae…
Allí en un hospital un pobre loco tiembla azorado cuando mira sangre, y clama entre espantosas convulsiones: “¡Mi hijo! ¡Mi esposa!… ¡Madre!…”
1883.
La Zebra 