C. Casalz: «Los hechizos del cuentista» (crítica)

A propósito del libro de cuentos La selva y el mar, de Jorge Ávalos.

C. Casalz
Fotografía de Roberto Molina
La Zebra | 
#102 | Febrero 1, 2025

El cuentista es también un cuento contado por sus ficciones, ya una conciencia, una voluntad adentro y afuera de sus textos; lo vemos en un patio familiar sorbiendo su café y convirtiendo tan genérica acción en una introspección poderosa. Atrapa en diversos mundos la variada materia que nos cuenta, encontrando siempre el mejor lugar donde colocarse para que podamos apreciar bien lo que transcurre.

Sabemos de la originalidad y gratitud del cuentista por el hecho de que en los últimos, digamos, 200,000 años, a nadie se le ocurrió pintar en la alumbrada caverna el parecido de Anónimo; ni en los estimados 3,400 años de escritura nadie pensó en escribir sobre la húmeda arcilla su biografía, siendo tanto lo que le debemos. Fue el cuentista quien habría de escribirla.[1]

Sabemos también de su singular comprensión de la mujer por la fineza y vividez con que sus personajes femeninos, que no son pocos, nos revelan sus intimidades bajo la lupa de fascinación del cuentista. Pero su perfil se vuelve más complejo al avanzar en su narrativa, donde la imaginación define mundos muy propios con un lenguaje así de hermoso como eficaz.

Materias tan fácilmente estropeables en la literatura como el amor y el sexo, aparecen verosímiles y llenos de densidad psicológica y poética, iluminados por esa luz loca y magnífica de la alcoba en armas, o las ternuras tras las que se mueven toda clase de bichos sospechosos. Y sabemos, con el cuentista, que los juicios morales se han de contar entre los primeros caídos de esas batallas.

El aprendizaje de la realidad emprendido por una niña se vuelve de pronto un tema oscuro; en vez de ser algo confiable donde «cada explicación recibida y cada definición aprendida» debían ser las correctas, deviene en un peligro consumado, en una vulneración. La agresión deja en la niña la impronta de la inseguridad y la autoculpa, pero la redención llega bajo la forma de un ángel transfigurado en el instrumento de una suerte de justicia.[2]

Salen al paso todas las mujeres en una mujer de cuento, multánime, capaz de fluir en un espectro de posibles, que va desde la suave sensualidad percibida por la emoción de un niño, hasta la más decidida y combativa lucha social. Una mujer contada en un sólo aliento de escenas para armar.[3]

—¿Qué ves? —pregunta Patxi, un médico de campaña que yace herido en el hospital de Guernica.

Las palomas entre las vigas, una luz no contada que es de presagio. Y descubrimos entre los horrores de la guerra, interpolada en tres cuadros, una reflexión sobre el acto creador, tan bien integrada que no mina sino enriquece la acción. En limpias secuencias visuales se pinta la humanidad que pronto aniquilarán las bombas. Y siempre hay tiempo aún aquí de incorporar recursos del cuento clásico, aquella fantasía de princesas y hadas y seres extraordinarios, mezclados a las brutales imágenes de la destrucción.[4]

Porque de acuerdo con el cuentista «Así nacen los cuentos, sin previsión, en cualquier lugar y en cualquier instante. Llegan con su principio y su final, con sus personajes ya formados.» Para él un cuento se escribe «con sentimientos de asombro y alegría, renovación y renuncia, amor y redención».[5]

* * *

Los cuentos de Jorge Avalos han ganado los premios Rogelio Sinán y Mario Monteforte Toledo, un logro singular en la narrativa del Istmo. Uno de ellos fue llevado a las tablas por el director Roberto Salomón y la reconocida actriz Nara Salomón, ambos de trayectoria internacional, granjeándole al trío un éxito considerable en Suramérica. La maestría técnica al servicio de una visión y una inteligencia amplias, imaginativas, colocan este libro, La selva y el mar en la primera fila de nuestra literatura.


[1] Alusión al cuento “Anónimo, una biografía”. Todas las citas y referencias en este ensayo son de los cuentos incluidos en el libro La selva y el mar de Jorge Ávalos.

[2] El cuento es “El secreto del ángel”.

[3] El cuento es “La era de las Sonias”.

[4] El cuento es “Guernica”.

[5] Las citas provienen del cuento “De la ternura y el crimen”.

Portada del libro de cuentos La Selva y el Mar de Jorge Ávalos. La fotografía de Roberto Molina muestra a una mujer muy blanca (la modelo Karina Lemus) casi completamente cubierta de hiedra.
Portada del libro de cuentos La Selva y el Mar de Jorge Ávalos, publicado por La Zebra Libros, San Salvador, 2024. Fotografía de la portada: Roberto Molina. Modelo: Karina Lemus.

C. CASALZ (San Salvador, 1956). Seudónimo del poeta y narrador salvadoreño Carlos Santos. Exiliado en Toronto, Canadá, durante los años de la guerra en la década de 1980. Regresó a San Salvador tras la firma de los acuerdos de paz, donde fue colaborador y redactor de las revistas Tendencias y del suplemento cultura “Búho” de La Prensa Gráfica hasta su regreso a Toronto en 2001, donde reside en la actualidad. Es autor de un influyente libro de poesía: La casa en marcha (DPI, San Salvador, 1999). Su obra incluye un libro de cuentos suscrito a la corriente fantástica y neobarroca de Lord Dunsany y Salarrué: Bitácora (revista Ars, 1998). Su obra poética ha sido llevada al teatro en varias ocasiones: puesta en escena de La casa en marcha, versión inglesa por Walter Krochmal, Sonaha Theatre Collective (Gaya Theatre, Nueva York, 1991); presentaciones internacionales del monólogo La camisa de fuerza, versión castellana por Walter Dionisio, e inglesa, por Walter Krochmal, (San Salvador, Washington, Nueva York, Toronto y Montreal, 1988-90); junto con Jorge Ávalos contribuyó textos para un performance especial de Walter Khrochmal presentado en Franklin Furnace de Nueva York, 1991. La mayor parte de su obra poética permanece inédita. “El pintor y las piedras” apareció publicado en El Búho, revista de cultura Nº 10, La Prensa Gráfica, San Salvador, febrero, 2000, p. 3.; “Descubridor” y “Soñador” son cuentos inéditos que La Zebra rescata y publica por primera vez, por cortesía del autor.