Zélie Lardé: «Poemas de mi soledad» (poesía)

La palabra tersa y meditativa de una artista salvadoreña.

Zélie Lardé – texto y arte
La Zebra | 
#103 | Marzo 26, 2025

No temas

Mi alma es como el río tranquilo.

Si tienes sed, él te dará agua fresca.

Si te enfureces y con furia arrojas una piedra en él, te devolverá, al sumergirse entre sus aguas, una flor blanca y transparente que alegrará tus ojos y quitará tu cólera.

Así mi alma.

Si en tu odio le arrojas insultos, te devolverá flores de piedad y amor, y entre más grande sea la ofensa que le hagas, más grandes y hermosas flores te dará.

Ven, no temas, tienes sed de cariño.

Te arrullaré entre mis brazos como a un hijo, y si la vida y los desengaños te han amargado, yo, con manos de madre, te daré mis flores y arrancaré las espinas emponzoñadas que tengas en el corazón.

Ofrenda

De este vaso de hiel que la vida me dio, a fuerza de sufrimientos he logrado formar un surtidor de miel, pura y aromada.

Bébela, toma toda la que quieras… mi miel es inagotable porque mana del alma.

La rosa, el cardo y el sapo

Dijo la rosa, meciéndose con orgullo en su tallo: “Yo soy bella, el jardinero me abona y poda todas las ramas para que mis flores sean hermosas. Tú, Cardo triste, no tienes belleza, por eso te arrancan de nuestra casa. Y tú, Sapo, tampoco no tienes ninguna gracia, que yo sepa… sólo sé que en nuestras fiestas de aromas y colores desarmonizas con tus cantos destemplados.”

El cardo dijo: “Es cierto, Rosa, que eres bella y aromada, pero tu vida es corta. Es verdad que a mí me arrancan de tu jardín, pero así como tú creces y tienes quién te cuide, yo en el campo también tengo mucho más: el rocío me riega y los gorriones, haciendo en mí sus nidos, me embellecen. De vez en cuando el tiempo me adorna con borlas de colores.”

“No canto bien y soy feo”, dijo el sapo, “pero soy el que te cuida cuando el jardinero duerme, para que los animales dañinos no rompan tus raíces.”

El cardo dijo: “¿Ya ves, Rosa, que todos tenemos cualidades y defectos? Tú tienes aroma y belleza, pero además tienes espinas. Yo también las tengo y no soy bello, pero doy sombra. Somos los seres que en la quietud agradece el alma. El sapo es feo, pero es humilde, y tiene la gracia de hacer burbujas de colores en el agua del charco. Ya ves, amiga, no hay que ver las apariencias; ya que todos los seres y las cosas tiene algo, y ese algo hay que buscarlo primero, antes de hablar.”

Dicha

En la tarde, después de la faena diaria, cuando me siento a descansar, llegan junto a mí mis tres hijitas y, acariciándome, me piden que les cuente cuentos. Todas se suben en mis piernas y escuchan embebidas, con los ojitos alegres. De vez en cuando interrumpen, felices, mi relato, con la risa a flor de labio.

Cuando estoy así, con esa dulce carga entre mis brazos, no ansío nada, nada…

¡Ah!, y aun así dicen muchos de que no existe la dicha en la tierra…


Retrato de la pintora y escritora salvadoreña Zélie Lardé.

ZÉLIE LARDÉ ARTHÉS (El Salvador, 11 de agosto, 1901 – 27 de octubre, 1974). Escritora y artista salvadoreña. Aunque escribió poesía y cuento, nunca publicó libro, pero planificó dos: Del solar nativo, para sus cuentos; y Poemas de soledad, para su poesía (Patria, 1931). Sus cuentos son cuadros casi antropológicos de la vida del indígena, e introducen, en los diálogos, una transcripción fonética bastante fiel de sus modos de hablar. Considerada “la primera pintora que manifiesta la tendencia primitiva de El Salvador” (Museo Forma, 1984), también confeccionó muñecas que se mostraron —como piezas artísticas que atrajeron la atención de los críticos— en la Exposición Nacional de Artes Plásticas en 1937 (Revista El Salvador, 1937-38). Realizó ilustraciones para la revista Espiral (San Salvador, 1922) y para la primera edición del libro Cuentos de cipotes (San Salvador, 1943) del escritor salvadoreño Salarrué, su esposo, con quien tuvo tres hijas, todas artistas. Según Maya, la segunda de sus hijas, Zélie Lardé sacrificó su talento artístico para dedicarse a las tareas del hogar, a la crianza de sus hijas y al cuidado de su esposo (La Prensa Gráfica, 1975); después de su muerte en 1974, la salud de Salarrué deterioró muy rápidamente y falleció un año después. Nota biográfica: Jorge Ávalos.