Yevgueni Yevtushenko: «Mi peruanita» (poesía)

El gran poeta ruso dominaba el español a la perfección, como en este hermoso poema escrito durante su visita al Perú.

Yevgueni Yevtushenko
Comentario de Jorge Ávalos
La Zebra | 
#108 | Agosto 16, 2025

La peruanita

A la hora en que mueren los periódicos
y se convierten en basura nocturna,
un perro con un trozo de galleta entre los dientes
se detiene y me acecha.
A la hora en que resucitan todos los bajos instintos
que se esconden hipócritamente durante el día,
a la hora en que los choferes me gritan: “¡Eh, gringo!,
¿quieres una peruanita? ¡Vamos, yo te llevo!”
A la hora en que la oficina de correos está cerrada,
y solamente el telégrafo no duerme,
un muchacho, envuelto en su poncho,
dormita apretado a la estatua de algún héroe.
A la hora en que las prostitutas y las musas
se pintarrajean la cara,
a la hora en que se imprimen las basuras de mañana
con grandes titulares en primera plana,
a la hora en que todo es visible o invisible,
sin ir o venir a fiesta alguna,
deambulo por la avenida Lima,
como por un cementerio de noticias.
Llena de escupitajos y cáscaras de naranja,
la calle apesta como una letrina,
pero, miren allá: una figura humana
se mueve entre un montón de periódicos.
Esta anciana, acurrucada en medio del silencio,
y que no culpa a nadie de nada,
se ha hecho un poncho
con las noticias de ayer.
Cubierta hasta las orejas
por todos los lados para escapar del frío,
que los diarios sean de derecha o izquierda
da lo mismo si le ofrecen un poco de calor.
Envuelta hasta los tobillos en escándalos,
intrigas y partidos de fútbol,
bajo las piernas de la modelo Twiggy
asoman sus propios pies desnudos.
Limosinas, submarinos y cohetes,
ya botados a la calle, se pegan al asfalto;
sobre los hombros de la campesina pesan
las carreras de caballos, los yates, los stripteases y los banquetes.
Y una llama blanca ante un escaparate
observa con tristeza detrás de los cristales
la sangre todavía caliente
en una foto que la anciana tiene sobre los hombros.
Bajo la basura del mercado mundial
sin saber ni entender nada de aquello,
como una llama acosada, esta india escudriña.
Madre dolorosa de la humanidad.
La injusticia la ha doblado,
la prensa toda la ha aplastado
y, como una escultura viva, ella es
la verdad del mundo bajo un montón de mentiras.
¡Oh, llama blanca del escaparate!,
acurrúcate en su pecho ahuecado,
libérala de toda la basura,
llévatela a la Sierra Blanca.
Como representante del Gran Poder destruido
ante su rostro atormentado,
un rostro marcado de profundas arrugas,
me inclino igual que un hijo silencioso.
El mayor poder del mundo
—el alma humana—,
respirando apenas, ha buscado locamente
su refugio bajo los harapos.
“Una chica peruana”, me gritan
los taxistas, pero yo no respondo.
No quiero decirles
que ya encontré a mi peruanita.

(Escrito originalmente en español por el autor)


Comentario

Jorge Ávalos

Yevgueni Yevtushenko nació en 1933 en Nizhneúdinsk, provincia de Irkutsk, el 18 de julio de 1932, y falleció en Tulsa, Oklahoma, el 1 de abril de 2017 (también conocido como Evgueni Evtuchenko, en ruso: Евгений Евтушенко). Definitivamente pertenece al linaje de los grandes poetas rusos modernos que también fueron figuras muy públicas: Pasternak, Esenin y Maiakovski. Yevtushenko se inserta conscientemente en esa tradición. Al sintetizar en su obra los estilos de esos tres clásicos rusos y al asumir y continuar sus aspiraciones en su propia obra, se convirtió en un poeta de multitudes. Su papel histórico como una voz pública que escribe para y desde las masas, afirmando al mismo tiempo una tenaz individualidad, lo convierte en un poeta comparable al chileno Pablo Neruda. Y esta comparación no es arbitraria. El vínculo de Yevtushenko con la poesía latinoamericana es mucho más profundo y poderoso de lo que se esperaría de un poeta ruso. Sucede que Yevtushenko domina el español perfectamente. Tanto, que él es su más importante traductor al español. También, una parte significativa de su obra la ha escrito directamente en español, sólo para ser traducida eventualmente al ruso, también por él mismo.

La asombrosa capacidad de Yevtushenko para comprender la naturaleza de los estilos poéticos y apropiarse de ellos es clarísima en este poema escrito en español durante una visita a Perú. Por la forma en que rescata una cruda imagen de la pobreza urbana para amplificarla con un lenguaje de alcance épico, “Mi peruanita” evoca al César Vallejo de los “Poemas Humanos”. Pero su talante es menos denso y oscuro, en parte porque Yevtushenko escribe para ser escuchado por un amplio público. Escribe para las masas y el tono de su voz se siente, aún al leerlo en silencio, como un hábil ejercicio de oratoria. Pero, por supuesto, el gran poeta ruso es más que eso. La primera frase, “A la hora…”, se repite varias veces durante la primera parte del poema. Esta forma de comenzar cada oración con la misma frase es un recurso retórico llamado anáfora. Se trata de uno de los recursos más antiguos de la poesía, de allí que lo encontremos en las letanías religiosas de las culturas de todo el mundo. Yevtushenko lo utiliza para establecer el lugar y el tiempo del poema, la hora precisa de la noche en que aparecen las prostitutas y en que los mendigos se preparan para dormir. Sabemos que está en Perú porque un chofer de taxi, confundiéndolo con un gringo, le ofrece llevarlo a “una peruanita”. Pero confrontado a esos niveles del desastre urbano y su miseria, Yevtushenko escruta lo que los periódicos no tratan, aunque este sea “un cementerio de noticias”.

En una anciana mujer que se hace un poncho con un montón de periódicos, Yevtushenko descubre una sorprendente imagen. La desarrolla narrativamente, creando un contrapunto con dos detalladas descripciones: de la anciana que se cubre con la basura del periódico y del tipo de noticias que la cubren, que se sienten frívolas ante el acto de necesidad básica de la anciana mujer. Yevtushenko la convierte en un símbolo: “la verdad del mundo bajo un montón de mentiras”. Al escribir en primera persona, no como un actor, sino como un testigo lúcido de su tiempo, que se permite a sí mismo una profunda dosis de empatía, Yevtushenko ofrece una reflexión y una visión muy compasiva. Cuando él dice que el “mayor poder del mundo” es “el alma humana”, lo hace sinceramente, sin una pizca de cursilería. Demuestra también una gran habilidad para transitar de un lenguaje retórico y persuasivo a una observación tan íntima como la que hace de “la peruanita”.

La mejor antología de la poesía de Yevgueni Yevtushenko en español es Adiós, Bandera Roja, selección de poesía y prosa realizada por el autor (1953-1996), publicada por el Fondo de Cultura Económica, México, 1997. También disponible: No mueras antes de morir, traducciones de Helena S. Kriúkova y Vicente Cazcarra, publicada por Anaya & Mario Muchnik, Barcelona, 1997. En la década de 1970 fueron muy populares los libros: Autobiografía precoz, Era, México, 1969; y Entre la ciudad sí y la ciudad no, traducciones de Jesús López Pacheco y Natalia Ivanova, Alianza, Madrid, 1969, una selección expandida en el volumen ¡Escuchadme, ciudadanos! Versos y poemas: 1959-64, tr.: José María Guell; Ediciones 29, Barcelona, 1977.

Una manera brutal de aproximarse a la obra de Yevtushenko es escuchando y leyendo, a la vez, el ciclo de poemas que Dmitri Shostakovich adaptó a su Sinfonía coral 13, una obra maestra de la música del siglo XX, estremecedora y profunda por la combinación de ambos talentos en un momento de empatía abrumadora y disidencia.