Mauricio Marquina: «Exorcismos» (poesía)

El poeta salvadoreño Mauricio Marquina falleció el 17 de septiembre de 2025, a los 78 años. Publicamos estos poemas selectos en su memoria.

Mauricio Marquina
La Zebra | #108 | Septiembre 17, 2025

Sueño de infancia

Esa noche yo tenía que permanecer acostado sobre los muertos
y darles de comer el pescado seco que había sobrado la noche
anterior. Unos habían sido condenados por inocentes y eran
la mayoría; otros, por encontrarse desnudos durante los servicios
 religiosos. Pero no es la hora de esclarecer recuerdos
difusos. Yo buscaba una mano caliente todavía
       en cuyas arterias desgarradas corriera un poco
       de sangre inoficiosamente coagulada. En vano.
       Soy incapaz de decir como estaba vestido
       y ansiosamente apretujado de odio. De temor. Pero los
cuerpos ya estaban disecados de antemano: restos de músculos,
nervios, huesos oscuros, todo sumergido en un charco de
       formalina
       entonces comencé a sacar timbales y anteojos oscuros
       de los cráneos y fui construyendo, en el punto más alto de
       la fiebre ritos obscenos, diálogos desnudos para el amor,
       fragmentos de poemas sin odio ni tristeza,
y así llegó el tiempo de mirar lentamente cada una de las
órbitas vacías —cegadas por lágrimas purulentas—
       inclinado violentamente sobre un seno arrugado
       me puse a mamar en el más atroz de los silencios.
       Para entonces había dejado de creer en todo. Algunos de mi
generación subterránea siguen empleando, desde aquella noche y
como única arma, la ironía contra las cosas; otros, meditan
sentados sobre la tumba de Vallejo, bebiendo a grandes tragos
una especie de cicuta metafísica. Pero ninguno estuvo conmigo
       aquella noche, y algunos conservan todavía
       sus máscaras pintadas colgando de los agujeros
       cerebrales
       amenazando destruir las palabras, las oraciones, los salmos.
Esa noche, al final del corredor, me entregaron un par de manos
y un libro en blanco, para encarnar el Testimonio y la Locura

Obscenidades para hacer en casa y otros poemas, 1969.

Las palabras son lazos

Las palabras son lazos. Crecimientos de sonidos que invaden cercando. Tú sabes que comienzo a nacer por tus ojos. Por tu mirada que crea este hervor y este palpitar que crece al respirarte cerca, al apretarte el rostro, la señal del agua. Tu vientre es esa voz que escucho caminar a ciegas por la piel. ¡Todos mis sueños son criaturas que gimen en ti, no te das cuenta! ¡He convocado mis edades y mis pensamientos para llegar a tu centro y rodar infinitamente! Así fundidos, agrietados por un sueño que nos dejó locos. Por tu sexo, por tu delicado y profundo oficio que ciega, que me atrapa, esa correntada que me sacude como una descarga de soles en la pirámide alucinada. ¿De dónde viene tu cuerpo que tiembla en mi lengua como una hoja? Un rayo que sube desde el suelo profundo y te une a mí. Llévame contigo. Resucítalo con manos submarinas, anda, rodea su lengua con tu boca subterránea, sácale los ojos, el corazón, el sueño, enséñale a volar, haz crecer esta hambre que nos consume.

Recién abiertas las bocas del deseo

Recién abiertas las bocas del deseo puro como el agua que conduce la sangre de tus muslos, oh ángel que desde lejos habitáis en mis rodillas como un galope. Creciendo de una raíz sin sombra, donde un jugo jadeante que se absorbe y conduce a un lugar divino, a una flor, a un fruto. Con esa profundidad que no puede justificarse, porque el acercamiento es más profundo que los símbolos. Si nuestro corazón es un ave de fuego que respira su sangre en el mar de otros cuerpos, estamos salvados. Somos uno de los mil rostros del hombre. Ahora respiro por mis oídos y sueño por mi boca y estoy despierto por mi saliva.

Las cabezas infinitas, 1971.

Exorcismos

Empeñado, de cara al exorcismo cruel de tu belleza, puedo alumbrar estas iridiscencias caudalosas. Estas radiaciones de bruto en celo, de bruto casi nube cautivado por el exorcismo que nunca se detiene. Ahora sin sosiego, no sufre la invasión crepuscular, ni siquiera juega a empaparse con rayos de luz en auroras boreales. Admiro condenadamente su turbación, sus falsos aleteos alrededor del exorcismo. Una marea anida en nuestros ojos cada vez que el exorcismo vuela y se posa entre ramajes pasionales.

Cada suspiro es una nube que habla, que suelta de alguna manera lenguas de llamaradas en ramilletes, rebalsando de latidos el pecho. ¡Ah, exorcismo de pasión o amor! ¡De fuego o de brazas! ¡De embrión o criatura viva! ¡De universo o de viento! ¡De carne o de espíritu! ¡Ah, exorcismo milenario retorciendo espirales de caracolas, retorciendo espirales de polvo, retorciendo espirales de humos de fogatas nocturnas a orillas de nuestras playas! Un cauce emocionado le obliga a despenarse, a dejarse ir al fondo. Tiene uno que segregar sus poderes ensalivados, estos poderes que nos abren el misterio encerrado en el ritual exorcista.

Entonces, una lluvia de pájaros ilumina toda la escena con destellos que se cruzan en el aire, que habitan en todos nosotros, que sueltan sus vuelos sin límites, sus vuelos en el cielo. Hay en esta atmósfera una oscura sed sin tiempo que abre el telón, una inflorescencia abriendo oscuros remansos entre las gradas del escenario: y llega el curandero, el sagrado chaman que viene a libar la sustancia, hasta morder los orígenes del exorcismo.

El exorcismo abre su libación de energías, cargando la región que le alimenta, manteniéndolo vivo. Esa abertura enciende otras puertas, otros cuerpos, otras dimensiones, otras vertientes donde habitan mágicas palabras, palabras llaves del cosmos expandiéndose, palpitante, abriendo sus brazos estrellados hacia otras galaxias tiernamente cercanas. Un alarido llamea después del choque estelar, entre plumajes de astros, entre cabelleras de cometas enredando sus giros al exorcismo. Esa magia que está sumergida entre la verde esmeralda atravesada de excitaciones, hasta bañarse de chalchihuite, para mojarse del todo. Mas el exorcismo continúa siempre prendido. Alza lluvias en torbellinos para desatarse entre nosotros hasta descender entre nuestros propios oasis. Luego va invadiéndonos de nuevo con su respiración hecha de acertijos, con todos sus acercamientos, sus invenciones, sus miedos, sus distanciamientos premeditados casi a punto de volverse huracanes. Y antes de desaparecer la superficie del exorcismo es aparentemente tranquila, no hay ondas ni móviles reflejos. Pero no me engaño, tras esa apariencia de espejo hay un torbellino siempre a punto de estallar. Pero bastan dos palabras y el exorcismo queda roto.

Diario CoLatino, sábado 22 de diciembre de 2003.

La cercanía del fin

Si el príncipe llega como un mendigo, abre la puerta, no importa que sea de madrugada. Viene con su ansiedad palpitante a darte los tibios dones guardados para vos, donde el delirio ha teñido el fondo de la sabia inocencia de bestias que relamen sus heridas, tendidas a lo largo de las playas de un sueño de oleajes, cuya violencia nos anuncia la cercanía del fin.

Opongo al resplandor de la Belleza, la fecundidad secreta de la pasión.

Opongo la furia de la verdad a la oscuridad sangrienta del Poder.

Opongo a la sutileza del fingimiento, el fecundo río de una sinceridad sin límites.

Opongo a la perfección de la forma, la germinación lúcida de una esencia profunda, hecho todo como al comienzo de la misma unidad.

Opongo a la guerra de la carne, la guerra de las conciencias mamando de la historia, reconociendo un sueño que es cierto.

Opongo al espectáculo alucinante de un Teatro Nacional de lujo, el volcánico escenario donde mis hermanos libran sus combates en pie de muerte.

Por eso no soy yo quien vuelve al paisito, es él quien vuelve a mí.

Revista Taller, San Salvador, 1978.

Poema manuscrito de Mauricio Marquina (cortesía del autor).

MAURICIO MARQUINA (El Salvador, 1946-2025). Médico y poeta salvadoreño. Originario de Chinameca, San Miguel, formó parte del grupo de escritores del oriente de El Salvador, conocido como La Masacuata, que introdujo una contracorriente de autenticidad discursiva frente a la discursividad pública de la poesía de entonces; con Mauricio Marquina y Rigoberto Góngora, sobre todo, esta poesía se caracteriza por estar constituida por rumiaciones: el monólogo interior o el soliloquio murmurante. Su obra publicada en libros es mínima: Obscenidades para hacer en Casa y Otros Poemas, revista La Universidad (Universidad de El Salvador, San Salvador, 1968; se trata del poemario completo que también apareció en una separata); y Ceremonias Lunares (San Salvador, 1971). Fue incluido en un libro colectivo editado por Roberto Monterrosa: Las Cabezas Infinitas, San Salvador, 1971. También es mínima su aparición en publicaciones periódicas, como la revista Taller y el Diario Colatino de El Salvador.

* Las fechas exactas del nacimiento y muerte de Mauricio Marquina, que han aparecido con datos erróneos en diversas publicaciones, fueron aclaradas tras su fallecimiento por su propia familia: 29 de septiembre 1946 – 16 de septiembre 2025.

Fotografía del autor: cortesía de la Universidad Alberto Masferrer.