Noé Lima: «La ciudad mujer» (poesía)

La poesía como respuesta a la violencia en el universo metafórico y real de las ciudades salvadoreñas.

Noé Lima
Introducción y selección de Luis Borja
Arte de Rosa Mena Valenzuela
La Zebra | # 89 | Mayo 29, 2023

I. Introducción

Luis Borja

Noé Lima desde un lenguaje altamente metafórico propone una imagen: la ciudad mujer. Por eso, en los poemas de Noé siempre existirá el morbo, la provocación, y el erotismo. La ciudad-mujer que nos habla con una sintaxis cargada de imágenes, visiones y símbolos. La ciudad-mujer tiene calles como serpientes húmedas que engullen a sus habitantes. Esta ciudad-mujer también encuentra en su rutina al acto poético como una crueldad. El acto poético es el trabajo para un sicario que encuentra la similitud entre carne y poema, por eso, para este escritor el acto poético es violento. El poema “Pellejo” es altamente simbólico para entender el quehacer poético y el vivir del “hombre esquizoide del siglo XXI”.

Otro elemento interesante en la poesía de Noé, es la intertextualidad entre cine, música y poesía. Además de su formación como pintor y músico, estos otros elementos provocan una plasticidad en el lenguaje que convierte su discurso poético en algo altamente referencial. La poesía de Noé es completamente urbana; nunca ha sido publicada en El Salvador, ni retomada en la historia de la literatura salvadoreña a pesar de poseer una alta calidad estética. Sin embargo sus libros han sido editados por dos míticas editoriales guatemaltecas: Ediciones Mundo Bizarro y Editorial X.

II. Poemas

Noé Lima

Los bares

el peso del crepúsculo tiene esmaltados los
dientes
habla por sí solo
del velo que se escapa de los bares
del diálogo en las grietas de sus muros
de sus abismos en las retinas de las sirenas en
más de una ambulancia
del karaoke rompeolas que canta invicto sobre
los gritos unánimes
de ese humo vociferando nuestra breve
existencia
el peso de su hoguera hiere los cabellos con el
aire
el sudoroso aliento de todos los idiomas
en la bocanada de los cigarrillos
que muerden cada tempestad con el hielo
esos fríos girasoles que se mueven en la boca
en la tuya es un diluvio que huye
despacio
hasta desaparecer en cada arteria
nunca alumbró tus piernas con su lento
parpadeo
solo elaboró esa guillotina de luz para mis
cansados ojos
ese pulso de hiedra que cuelga sobre tus senos
de madrugada tensa
sobre esas catedrales de hierba
las marchitas almas en el grabado que jamás
concluí

Solo imaginas
la eterna angustia gélida de esas cremalleras
que tocan a tu puerta
para abrir el bautismal perfume de todos tus
desvelos
el crepúsculo parece una foto antigua
con el decoro lubricado del sexo en un poema.

El niño lanza llamas

Cruzo una avenida
se abre como amapola dormida en unos ojos de
ceniza
apenas veo como tropiezan los años
derramados en una alcantarilla
la luna cae lentamente
en el espejo nocturno de las cantinas
la cruzo y ya los pétalos del sueño se van
sintiendo en cada hueso
en el naufragio de algún barco de papel
que ya no nos cabe en el pecho
el niño lanza llamas bosteza
en el inútil despertar del sol
en la caja durmiente latiendo bajo una estrella
tuerta
en ese exilio donde caben las letanías del
incendio de las mañanas
en la vacía sombra deletreando nuestros miedos
la calle es una serpiente húmeda
que tiembla de pavor ante el pasado
sigo caminando
y veo al niño perezoso
quemándose los parpados
con las invocaciones del viento de marzo
mientras la madrugada pierde la voz
la vergüenza
la enamorada herida en cada abuso
la hundida puñalada de los trenes de San José
ese humor negro en cada bocanada de los buses
sigo caminando
y aún no encuentro la luz de un puñal perfecto.

Sicario

Te voy a despellejar hijo de puta
me decía
el sicario con los ojos
parecidos a los epitafios sordos de la noche
al tiempo que me rebanaba
con un cuchillo

al terminar
mi piel al suelo

el asesino
no podía entender
que esa carne eran poemas
ya descompuestos
esperando a ser leídos por la tierra.

Autobús

“Te digo que no sabés a quién estás
apuntando con esa pistola”
le dije al asaltante

mientras
la mirada de todos los pasajeros
llevaba el ruido de los temporales en las retinas
la sal del asfalto rodando por las mejillas tullidas
y en cada boca un incensario nombrando a sus muertos

el autobús
tiene el aroma del óxido de todos los inviernos
cada pedazo de lámina es un cromo pegado al homicidio
mi protección
un libro de Celan bajo el brazo

solamente recuerdo una caída
una braza palpitando al lado izquierdo del corazón
un ángel ingrávido con todo el peso del mundo
alas rotas con la palabra mutilada en ese poema sin acabar
en medio del libro que creí podría salvarme
la cara tiznada del asesino de doce años

“no sabés a quién le estás apuntando”
le dije al atravesarme el escozor de la bala

y desde entonces comprendí
que nada puede salvarte de ser poeta.

Pellejo

Tengo un salario digno

lo voy tasando en cada vitrina
golpeada por el viento

lo tengo con canas polinizadas
de tanto leer el periódico
las grietas de los muros
las noticias
cariando los asesinatos
los robos a mano armada
la pedofilia
en el parpadeo de los semáforos
el asma
pesándome como un funeral
los síntomas
de mi úlcera
con la geografía de la rabia

lo tengo
para sujetarme
a la economía de mercado

a esa pelvis sin brújula
del centro comercial
al reloj de arena de las cervezas
a ese arañazo del tiempo
en cada recuerdo
en la entumecida
mueca de los parques
después de una tormenta

tengo mi pulso encalleciendo
con los cambios de estación
para ajustarlo al horario de mi oficio
al recoger del sombrero
las monedas
hasta que termines
de pesar
mi piel con tus retinas
cuando termines de leer este poema.

El sicario Joe

Usa la navaja de su padre
la oxidada biblia debajo de la faja
él aprendió en la infancia
cómo cortarle el hambre a los peces dormidos de sus manos
lo hizo de un tajo siempre
cuando la úlcera apretaba al ombligo náufrago de la noche
los dientes cariados esparcían algún roído poema en el aire
el apretón de la puerta al encerrar al silencio
a lo sumo
al llanto
el sicario Joe
apenas sabe leer
sabe nada más el peso del alfabeto cuando mata
las letras de cada nombre en las estrías de la navaja
apenas puede medirle la sonrisa a sus huesos
el ecuador a una bala susurrándole a cada víctima
la nostalgia de los inviernos
el sicario Joe
apenas recuerda cómo oler pegamento
para dejar de comerse la uñas
lo difícil que es vivir a los quince años
con la suela confesora de la última escaramuza
apenas recuerda el olor del humo de la cocina
la última huella de su madre
esa disecada niebla
que en prisión camina más lento en los espejos.

Cuarto de hotel

Anochece
una aguja líquida empieza a asomarse
en la ventana

apenas llegamos ayer
balas listas
pistola recién comprada
bolsas negras
kerosene en abundancia
apenas llegamos ayer

la mujer secuestrada
muestra un estanque perlado en sus manos
unas uñas de cierzo dulce
muestra
el planisferio blanco de su ano
el alabastro rumiante de sus labios
con los golpes
ronca
a veces cuando el cansancio vence
su aorta
su indecisa cabellera núbil
al rodar por el suelo

apenas llegamos ayer
y ya quiere morirse.


NOÉ LIMA (El Salvador, 1971). Poeta y artista plástico. Fue miembro fundador y director del grupo literario Tecpán, de la Universidad Dr. José Matías Delgado. Fue miembro del equipo coordinador del «suplemento cultural Altazor», del diario El Mundo, de El Salvador. Algunos de sus libros son Efecto residual (Ediciones Mundo Bizarro/Barco Ebrio, Guatemala, 2004); Erosión (Editorial X, Guatemala, 2015); Un insecto empalado en tu seno (Proyecto editorial La Chifurnia, San Salvador, 2015); Zumbido (Editorial Ixchel, Tegucigalpa, 2017), Gula (Cafeína editores, Guatemala, 2020) y, recientemente, apareció en la revista La Universidad de San Carlos, de Guatemala; Crear en Salamanca, Castilla y León, España y en Altazor, de la fundación Vicente Huidobro, Chile. Su más reciente libro de poesía es La cicatriz del canto (La Garúa, Barcelona, 2021).

Esta selección de poemas de Noé Lima y el comentario de Luis Borja aparecieron originalmente en la antología Subterránea palabra (THC Editores, San Salvador, 2016).