Jorge Ávalos: «Sobre Alexia Miranda» (ensayo)

Una introducción a la artista salvadoreña, que recibe su primera retrospectiva en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica (MADC), entre agosto y noviembre, 2023.

Jorge Ávalos
La Zebra | # 92 | Agosto 19, 2023

De subterfugios y refugios

El ser desolado y los espacios de lo humano en el arte de Alexia Miranda

Hay dos polos en la obra artística de Alexia Miranda. Uno está ocupado por su cuerpo despojado, desprotegido, en riesgo. El otro es un espacio vacío que espera una intervención determinante. En el primer polo sus acciones se establecen en el ámbito del perfomance art. En el segundo polo, en el ámbito de la instalación artística.

A primera vista, estos dos polos no están conectados. En ambos casos la artista resuelve su acción desde orientaciones opuestas: desde dentro o desde fuera; desde el centro o desde el margen. En el primer caso expone subterfugios sociales excluyentes; en el segundo caso crea espacios sociales incluyentes.

En el performance art es su cuerpo lo que está en juego.

En sus instalaciones, su cuerpo está al servicio del juego.

Alexia Miranda en un performance. Fotografía cortesía de la artista.

Como artista de acción, Alexia se sitúa ante un público. Ante esa diversidad de conciencias ella realiza ritos domésticos en el momento mismo en que destruye el tejido que la ata a esa realidad de repeticiones, de actos sin fin en una serie de labores cotidianas.

Al crear sus instalaciones, Alexia se posesiona de espacios vacíos, como si se tratasen de geografías marcadas por la ausencia. Con un empeño invencible, más inspirado que realista al inicio, ella conquista esos espacios vacíos con la solidaridad, con un llamado al público, que al final se une a ella para sanar ese desamparo por medio de la creación de un refugio, de un tejido colectivo para ser ocupado por quienquiera que lo necesite.

A mi manera de ver, el punto de partida para todo su trayecto artístico podría estar en un acto esencial a la construcción social, pero rara vez hecho visible en los discursos del arte: la maternidad. Esto debería llegar como una sorpresa. Lo fue para mí, y para el ámbito artístico en El Salvador. Pero no debería serlo: la maternidad es procreación, tanto en el sentido vital como en el simbólico. Es a través de la maternidad que Alexia parece descubrir estos dos polos opuestos de acción: su más intenso sentido de individualidad está en su cuerpo convertido en fábrica, en su cuerpo que nutre y provee, que es cuando también se descubre a sí misma como un refugio para una nueva vida.

Instalación de Alexia Miranda en el MADC, 2023.

Después de estudiar en México, Alexia retorna a El Salvador y se presenta ante un público por primera vez en 2003. En La Luna Casa y Arte, el espacio privilegiado para las acciones artísticas en San Salvador después de la guerra, Alexia crea una matriz oscura, pero acogedora, un ámbito de exploración en el que se proyectan imágenes de ella misma en pantallas paralelas: un video de ella, sumergida en aguas azules, nadando desnuda durante su embarazo; y diapositivas del interior de su cuerpo, con su feto flotando en las aguas amnióticas de su vientre. Esta doble imagen, de ella misma como creatura de la naturaleza y de su vientre como un refugio natural de la nueva vida, son el punto de arranque de sus trayectorias paralelas en la instalación artística y en el performance art.

En ambos casos su presencia es un catalizador del debate y de la acción social porque su obra formula una crítica de la performatividad social. En sus performances, los miembros del público son convertidos en testigos de los ritos domésticos, repetitivos y absurdos en su dimensión ineludible e inacabable. Desde esta escenificación del día a día en las labores del hogar, del trabajo de la mujer al margen de la economía, de la subyugación de la personalidad creativa, en fin, Alexia desenmascara los subterfugios de la normatividad cotidiana.

Alexia Miranda en el MADC. Fotografía cortesía de la artista.

En sus instalaciones, creadas con la intervención de la artista, los miembros del público son transformados en participantes, de tal manera que la soledad de la mujer y de la artista es redimida en la acción colectiva de un acto de belleza conjunta: un refugio tejido con gasa blanca. Estos refugios creados por medio de una acción espontánea de los paseantes se suman a esta crítica de la performatividad social porque son utópicos, porque son extremadamente frágiles, y no sólo en su materialidad, sino desde la quimérica suma de esas manos anónimas que lo crean sin buscar recompensa alguna, si no es por el placer de crear una belleza frágil y efímera.

Esta representaciones simbólicas del trabajo invisible de la mujer y de la fuerza latente de la solidaridad utópica se constituyen en críticas de la performatividad social porque desenmascaran las puestas en escena de lo normativo, de los hábitos y los ritos religiosos o políticos que repetimos para crear sociedad y que, por la naturaleza hegemónica del poder, también crean marginalidad. Esta marginalidad incluye lo diverso, lo distinto, la otredad, pero también lo que ha sido desplazado del centro hacia el margen. Esa marginalidad, por supuesto, también incluye a la mujer.

Estas son las intuiciones admirables e intrínsecas al arte de Alexia Miranda: de que el performance art podía ser, o debía ser, ante todo, una herramienta para la crítica de la performatividad normativa en la sociedad; y de que el arte de la instalación podía ser, o debía ser, sobre todo, una crítica a las estructuras sociales instituyentes que dividen, fragmentan y marginan a los sectores sociales más desposeídos.

Ante los subterfugios normativos del poder, la artista destaca el poder sanador de la solidaridad espontánea como refugio de lo humano. El eje entre los dos polos de su obra es el acto procreativo. Al tejer colectivamente espacios de sanación se da una germinación de lo humano, un renacer de la esperanza para el cuerpo desolado, para la vida en riesgo de perder su sentido de humanidad.

Entre estos dos polos de acción en la obra artística de Alexia Miranda estamos nosotros, testigos o partícipes, encontrándonos.


El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica (MADC) presenta la primera exposición retrospectiva del trabajo artístico de Alexia Miranda, bajo la curaduría del comisario Pancho Lopez. La muestra, que estará abierta del 17 de Agosto al 4 de Noviembre del 2023 en las salas 2, 3 y 4 del Museo, comprende una selección de obras de video performance, registro de acciones, instalaciones, objetos intervenidos, dibujos, tejidos, piezas bidimensionales y esculturas.

JORGE ÁVALOS (1964). Escritor y fotógrafo salvadoreño, editor de la revista La Zebra. Como cuentista ha ganado los dos premios centroamericanos de literatura: el Rogelio Sinán de Panamá, por La ciudad del deseo (2004), y el Monteforte Toledo de Guatemala, por El secreto del ángel (2012). En 2009 recibió el Premio Ovación de Teatro por su obra La balada de Jimmy Rosa. En 2015 estrenó La canción de nuestros días, por la que Teatro Zebra recibió el Premio Ovación 2014. Su obra narrativa aparece en varias antologías de cuento, incluyendo: Puertos abiertos, editada por Sergio Ramírez (Fondo de Cultura Económica, México, 2012); y Universos Breves, editada por Francisca Noguerol (Instituto Cervantes y Editorial Cobogó, Brasil, 2023). En El Salvador ha ganado cinco premios nacionales de literatura en el sistema de Juegos Florales, en las ramas de cuento, ensayo y teatro.

Este ensayo se reproduce del catálogo de Destejer la Memoria: Alexia Miranda, curado por Pancho López, y que acompaña la retrospectiva de 20 de trabajo artístico de Alexia Miranda en el MADC.