El más reconocido cuentista de Panamá hace un recuento de su carrera y sus logros, y reflexiona sobre el oficio.
Enrique Jaramillo Levi
Entrevista de Félix Armando Quirós Tejeira
La Zebra | # 100 | Diciembre 5, 2024
De Enrique Jaramillo Levi, al que conozco desde 1991, siempre me ha impresionado su infatigable dedicación a la literatura como escritor, editor y promotor cultural. Tiene una notable carrera como escritor profesional y se caracteriza por su dominio de las técnicas narrativas.
Reconocido como uno de los más destacados cuentistas de la región, Enrique Jaramillo Levi —que nació en Colón, Panamá, el 11 de diciembre de 1944— es autor de más de cincuenta libros originales, entre ensayo, poesía, narrativa y teatro. Además, es un gran promotor de la obra de sus compatriotas, por medio de antologías y publicaciones periódicas, incluyendo la revista Maga, la cual fundó. Entre sus libros cabe destacar, entre muchos otros: Duplicaciones (Joaquín Mortiz, México, 1973), Caracol y otros cuentos (Alfaguara, México, 1998), Luminoso tiempo gris (España, 2002) y Algo está por ocurrir (Costa Rica, 2013). En el 2013, el Fondo de Cultura Económico, en México, publicó una amplia antología de su obra como cuentista, Visión de conjunto.
Aprovecho esta oportunidad para realizarle una docena de preguntas sobre el oficio de escribir, su trayectoria y los compromisos que se adquieren en el camino.
Pienso que a muchos nos engancha algún episodio de nuestra infancia a un compromiso con la literatura, del que no tenemos una idea completa de lo demandante e ineludible que resulta. ¿Cuándo tomaste conciencia de que eres escritor?
A los 17 años ya estaba redactando composiciones (como se le llamaban entonces) sobre diversos temas de interés, tales como la importancia de celebrar las fiestas patrias, las razones que hacen de la lectura de un buen libro un auténtico placer espiritual, la descripción de un sitio, la función de los periódicos y de la radio en la emoción de irnos enterando de las noticias, la importancia del ejercicio diario en la vida sedentaria de las personas… Y ya desde entonces supe que me encantaba escribir, al igual que lo supieron mis profesores en la secundaria del colegio San José/La Salle en la ciudad de Colón.
¿Hay estados de ánimo que te resulten más favorables para escribir?
Depende. En general, diría que cuando estoy o muy triste o muy contento por algún suceso que afecta mi vida. Sin embargo, siempre he procurado escribir algo todos los días, llámese cuento, minicuento, poema, ensayo o artículo de opinión. Es una especie de misteriosa fascinación, no del todo explicable, lo que me pone eléctrico al sentarme a escribir, ya sea a mano, en las antiguas máquinas de escribir o en una computadora, siempre con solamente dos dedos: los índices de ambas manos…
¿Qué recursos técnicos encuentras más útiles para reinterpretar la realidad que nos rodea?
Si te refieres a las técnicas literarias o poéticas, según el género literario del que se trate, casi siempre la técnica nace al mismo tiempo que las primeras frases vertidas en el papel. Hablo, por ejemplo, de si voy a narrar en la primera, la segunda o la tercera persona del singular, y también me refiero al tono en que se va plasmando el lenguaje, y esos factores determinan desde el principio la orientación que tendrá el texto, en el caso del cuento. Un poema, en cambio, por lo general nace ya cuajado y seguirá así hasta el último verso.
Mi abuelo Gil Blas Tejeira me confió que para llegar a escritor tuvo primero que ser un buen lector. Me enseñó que las claves esenciales para un buen escritor son: lectura, observación e imaginación. ¿Qué autores sientes que hayan influido en tu manera de ver la literatura?
En Panamá, Rogelio Sinán fue mi guía en el aspecto narrativo desde el principio, pero también Ricardo Miró y Stella Sierra en poesía. También leí mucho a los norteamericanos Ernest Hemingway, John Steinbeck y Saul Bellow, todos premios Nobel, así como a los mexicanos Octavio Paz y Carlos Fuentes. Y sí, en efecto, si uno no es un asiduo lector de obras trascendentes por algún motivo sin duda relacionado con un talento innato, jamás podrá ser un buen escritor.
Háblanos un poco de tu experiencia en el taller literario de Juan Rulfo, uno de los grandes escritores hispanoamericanos.
La influencia de Rulfo, en el taller del ya desaparecido Centro Mexicano de Escritores al que asistí becado durante todo el año 1971, fue absolutamente fundamental para el desarrollo de mi obra cuentística, no tanto por sus temas o estilo rurales, sino por sus críticas y agudos consejos en torno a la escritura misma. Estando ahí fui escribiendo los 40 cuentos de mi libro más reconocido internacionalmente: Duplicaciones, que dos años después habría de publicar en México una de las más importantes editoriales de la época, Joaquín Mortiz. Es un libro que lleva ya cinco ediciones (dos en México, dos en España y una en Panamá), y una traducción al inglés por una universidad norteamericana que lo publicó en ese idioma. También Salvador Elizondo, otro excelente escritor mexicano (muy cerebral él en sus juegos intelectuales en sus novelas y cuentos), y quien acompañaba a Rulfo como asesor literario en aquel taller, influyó en mi forma de escribir en esa época, y hasta la fecha.
Cuando regresaste de México te dedicaste a impartir talleres de cuento en Panamá. Tuve oportunidad de participar en algunos de los que surgieron escritores interesantes que han aportado a nuestra literatura. Recuerdo el del IPA y uno que realizamos en mi casa. ¿Qué te motivó a realizar una labor tan necesaria y exigente?
Precisamente me motivó la forma en que funcionaba aquel taller mexicano, en donde había también otros cinco jóvenes escritores mexicanos becados (yo era el único extranjero, tenía sólo 24 años en esa época). La dinámica del taller era una maravilla. Todos participaban, cada uno leía por turnos su texto, se discutía entre todos los participantes, los asesores daban observaciones y críticas a veces severas… Y yo quise imitar la practicidad de aquel taller en Panamá a mi regreso en 1983.
Participé como jurado de la Sección Cuento del Concurso Literario Ricardo Miró 2005. Tras una larga deliberación le otorgamos el Premio de manera unánime a tu libro Un instante y otras eternidades. Me agradó, y llamó mi atención, la manera en que examinas el proceso creador de tus narradores desde lo que percibí como un punto de vista sarcástico y con mucho humor. Hay cuentos magistrales en el conjunto. Recuerdo títulos como La obra perfecta y Tarde o temprano. Me gustaría saber cómo concebiste el libro y cómo fue el proceso de su creación.
Publicado al año siguiente por el entonces INAC, o sea en 2006, sigo considerando que es uno de mis mejores libros. Y me da gusto que hayas sido uno de los jurados. Mentiría, estimado Félix, si te digo con absoluta fidelidad cómo concebí ese libro; ha pasado demasiado tiempo y ya son muchas mis colecciones de cuentos publicadas hasta la fecha, tanto en Panamá como en otros países (México, Venezuela, Argentina, Guatemala, Costa Rica y España); 37 libros en total (sin contar las auto-antologías).
Pero lo que me parece que tiene en común con otros cuentarios míos, incluidos los más recientes, es un agudo sentido de creciente ansiedad en los personajes en cuanto a las contradicciones que van encontrando en la vida, y el uso de una gran variedad de técnicas narrativas, independientemente de si se trata de cuentos eróticos, fantásticos, oníricos, de horror, del absurdo, de crítica sociopolítica, metaficcionales o de ciencia ficción; o si se trata de minicuentos.
También coincidimos en el proyecto Umbral Editores, que lideraste al inicio y que luego continuó hasta que lo sentimos agotado. Cuéntanos sobre tu participación. ¿Por qué piensas que estos proyectos de escritores encuentran tantos obstáculos en el camino?
Tienes una memoria prodigiosa… Umbral fue mi primer intento de hacer en Panamá lo que logré hacer en mis últimos años en México (1980-1982), con un grupo de jóvenes escritores: dirigir un taller literario e ir publicando poco a poco los mejores libros de cuentos y poesía que salían de las mejores discusiones; se llamó: Liberta-Sumaria, y de ahí salieron al menos ocho libros que representaban muy bien lo mejor del grupo, incluso una ambiciosa antología que preparé en esa época cuyo tema era la mejor poesía panameña, y que el grupo me permitió publicar bajo ese sello colectivo. Cabe señalar que todos esos libros los doné hace un par de años a nuestra Biblioteca Nacional de Panamá…
En cuanto a los obstáculos que este tipo de proyectos encuentran en su camino, generalmente son dos: el inevitable factor económico y la disolución de grupos demasiado grandes y/o diversos entre sus miembros. Acaso por eso prefería seguir trabajando yo solo en la mayor parte de mis proyectos editoriales.
Hasta el momento has sido el editor exclusivo de mis cuatro libros de cuento y estoy muy satisfecho con los resultados. Tengo la impresión de que lo disfrutas. ¿Qué te apasiona de la labor de editor? ¿Qué nos puedes decir de tus experiencias en la Dirección de Letras de INAC, la Editorial Universitaria de la Universidad de Panamá y tu labor cultural en la UTP?
Dos preguntas en una… Desde el principio, en los talleres, me pareciste un buen cuentista. Y en cada nuevo libro lo lograbas más, sin duda como resultado de tus irrenunciables lecturas y tus esfuerzos por lograr nuevos matices en tu escritura. Y lo has hecho siempre sin apuros, meditando cada paso. No todo escritor en potencia logra esa disciplina, por más talentoso que sea. Me ha dado gran gusto ser tu editor en esos cuatro libros.
En cuanto a mi corta estancia como editor tanto como Jefe del Departamento de Letras en el antiguo INAC, como en la Editorial de la Universidad de Panamá, y también en la Universidad Tecnológica de Panamá, la gradual publicación de nuevas obras que nadie más parecía notar fue un permanente ejercicio de disciplina laboral y al mismo tiempo de aprendizaje institucional en el área de la cultura nacional.
En mis primeros dos años en la UTP (de los 25 consecutivos en que ahí laboré), con el apoyo logístico, como diseñador gráfico, del ingeniero y excelente cuentista panameño José Luis Rodríguez Pittí, logramos crear un sistema de coediciones entre los autores y la institución para la publicación de pequeños libros en una colección que denominé Cuadernos Marginales, y que tuvo mucho éxito. Así publicamos no menos de 70 pequeños libros de autores nacionales en esa época, casi siempre muy poco conocidos. Y resultó que pasando el tiempo esta “aventura” editorial fue el antecedente directo para la creación de la hoy Editorial Tecnológica, que ahora dirige el poeta Héctor Collado, y que desde hace años publica tanto obras científicas y de investigación tecnológica como de índole literaria, incluidas las que ganan los premios que a la par fui fundando ahí y que llevan muchos años de estar consolidados: el Premio Centroamericano “Rogelio Sinán”, el Premio Nacional de Cuento “José María Sánchez” y el Premio “Diplomado en Creación Literaria”, que han ido ganando autores de gran talento.
Como promotor cultural, también me enorgullecen las muchas antologías que he preparado y publicado, muchas de ellas por mi cuenta, sobre la cuentística y la poesía panameña, mexicana y centroamericana. También me satisfacen mis muchos años de docencia, tanto en colegios secundarios panameños al principio, como luego en universidades de Estados Unidos, México y Panamá.
Y bueno, como autor, me satisfacen mis múltiples libros de cuentos, poesía y ensayos -unos más que otros, sin duda-, hasta ahora siempre bien tratados por la crítica; me han dado un fuerte sentido irrenunciable de orgullo por el hecho de ser, antes que nada, un escritor panameño.
Has tenido una trayectoria larga y productiva en diferentes campos de la cultura, especialmente la literatura. ¿Cuáles consideras que son los dos o tres momentos más importantes de tu carrera?
Me atrevería a decir que han sido cuatro momentos: aquel Premio Miró como cuentista en 2005; la publicación de Duplicaciones en el México de 1973; y la publicación de otros dos libros de cuentos en prestigiosas editoriales mexicanas: tanto en el prestigioso Fondo de Cultura Económica (Visión de Conjunto: Cuentos escogidos, en 2013) como Caracol y otros cuentos en 1998 en Editorial Alfaguara (en una época en que sólo publicaban novelas).
Y como promotor cultural, la creación en 1984 de la revista Maga, que lleva cuatro épocas, y que por razones económicas traspasé a la UTP en 2008 y se ha seguido publicando dos veces por año bajo mi dirección. Pero también la creación en 2001 de un Diplomado en Creación Literaria en esa institución, con excelentes profesores que a su vez son reconocidos escritores, y que se sigue convocando en la actualidad una o dos veces por año, iniciativa ésta que ha permitido que afloren muchos nuevos talentos, sobre todo en cuento y poesía.
Hace varios meses algunos escritores tuvimos un breve intercambio de opiniones y como quedé en franca minoría, sin adelantarte mi posición, aunque sospecho que la conoces, me tienta la curiosidad, así que te pregunto: ¿El proceso de escribir, o la creación misma, te produce placer o sufrimiento? ¿O una mezcla de ambas sensaciones?
En general, me produce placer; por más traumática que sea la experiencia básica que sirve como trama a la historia; y luego cierto alivio al ponerla por escrito delante de mis ojos. Sin embargo, si la escritura procede de una fuerte experiencia traumática personal, puedo sentir cierto alivio al darle un nuevo contexto. Esto en cuanto al cuento.
Con la poesía la situación es muy diferente. Está por salir mi más reciente poemario, titulado Si los dioses no disponen otra cosa, en la pequeña editorial Modus Ludicus, de Silvia Fernández-Risco. Es un libro que fue muy doloroso de escribir, porque habla de la inapelable marcha de la vejez y de la proximidad inevitable de la muerte a mis casi 80 años. Pero con un sentido que es mezcla de resignación y orgullo de poderme redimir un poco mediante la magia sanadora de la poesía.
¿Qué proyectos literarios tienes en camino?
Por un lado, acabo de terminar un ambicioso libro de texto sobre la escritura imaginativa de cuentos y minicuentos, pensado para beneficio de los nuevos narradores talentosos de Panamá y de Centroamérica. Debe publicarse en Amazon a mediados de diciembre de este año. Además, está por salir en una pequeña editorial colombiana una ambiciosa antología de minicuentos, prologada por nuestro gran poeta nacional Manuel Orestes Nieto, que he titulado: Anclajes: 150 minicuentos. Y tengo dos colecciones inéditas de cuentos y minicuentos.
Si la vida me da tiempo y salud, me gustaría poder preparar y publicar el próximo año una exigente antología sobre el cuento fantástico en Panamá, así como otra en torno a los mejores ensayos literarios en nuestro país. Ninguna de las dos se ha intentado hasta el momento.
Además empiezo a preparar poco a poco otras dos ambiciosas antologías: por un lado, otra con mis minicuentos más recientes, a la que he denominado Vericuetos: 100 minificciones (2021-2024), y que llevará un prólogo del estudioso mexicano Lauro Zavala (especialista en minificción); así como también una más sobre El cuento en Panamá, que cubre desde la década de los sesentas del siglo pasado (integrado por un mínimo de 40 autores que tienen al menos dos buenos libros de cuentos publicados, tú entre ellos); pienso en autores vivos de avanzada edad, como Moravia Ochoa López, Ernesto Endara, Justo Arroyo, Bertalicia Peralta, Pedro Rivera y yo mismo, hasta llegar a la actualidad con excelentes cuentistas jóvenes como Nicolle Alzamora Candanedo, Lissete Lanuza Saénz y Annabel Miguelena, entre otros).
Agradezco sobremanera, querido Félix, esta entrevista.

FELIX ARMANDO QUIRÓS TEJEIRA (Panamá, 1959). Es escritor, ingeniero civil (UTP, Panamá, 1984) y especialista en docencia universitaria (USMA, Panamá, 2016). Javeriano. Retirado desde enero de 2024. Ha sido miembro Umbral y Tragaluz Panamá, y director del programa Foro Cultural en Radio Libre. Ha publicado cuatro libros de cuento: Continuidad de los juegos (INAC, 1991); Miel de luna (Editorial Universitaria, 1993); La ciudad calla (Universidad Tecnológica de Panamá, 1997); y Ella pasa a mi lado (Foro/taller Sagitario Editores, 2022).
