Un obituario literario alternativo del 2024.
Federico Hernández Aguilar
La Zebra | # 101 | Enero 5, 2024
En las dos semanas que marcan la transición entre un año que termina y otro que comienza, suelen los medios de comunicación publicar sus obituarios, rindiendo homenaje a las celebridades fallecidas en los últimos 365 días. Deseo hacer mi aporte a esta tradición periodística pero de una manera “alternativa”, pues no pretendo hablar de los óbitos más famosos sino de aquellos que por una razón u otra no figurarán en esas listas.
Este tipo de ejercicio, por cierto, no es sencillo. Y menos en materia literaria o artística. Cuánto me gustaría referirme hoy a ciertas figuras de la talla de la canadiense Alice Munro (fallecida el 13 de mayo a los 93 años), que con su prosa sencilla y meticulosa exploró con absorbente perplejidad las grandes contradicciones humanas. Su premio Nobel, en 2013, había sido muy merecido. Paul Auster, el gran novelista neoyorquino, autor de esa joya que es La música del azar, murió el 30 de abril. Ismail Kadaré, sin duda el más importante de los poetas y narradores de Albania, retratista insobornable de la libertad frente a los sistemas totalitarios —como el que imperó en su país durante la dictadura comunista de Enver Hoxha—, nos dejó el 1 de julio a los 88 años. Y Carlos Germán Belli, el gran poeta peruano que sorprendió a Hispanoamérica con su ¡Oh hada cibernética!, falleció el 10 de agosto a los 96.
Pero de todos ellos, estoy seguro, se dirá bastante en estas fechas. Mucho menos conocido en occidente es el nombre de Kim Kwang-lim (muerto a los 94 años el 9 de junio de 2024), el surcoreano autor de libros tan emblemáticos como El dolor de un árbol injertado, y que dedicó su vida entera a pulir la imagen poética hasta el extremo de la desnudez total, eliminando prosaísmos, abstracciones y asociaciones semánticas extrínsecas. Si bien la valoración completa de este esfuerzo solo puede hacerse si se domina el coreano, las traducciones al inglés de los textos de Kwang-lim ofrecen una perspectiva muy vívida de su sombrosa forma de hacer poesía.
También dudo que los obituarios de 2024 exalten la memoria de Surjit Patar, el más popular de los autores en lengua punjabi de la India, víctima de un ataque al corazón, a los 79 años, el 11 de mayo. Además de poeta profuso y excelso, Patar fue un traductor incansable que permitió a sus compatriotas acceder a la obra literaria de Lorca, Neruda, Brecht, Racine y Giraudoux, entre otros. Por otra parte, fue guionista de cine y televisión, produjo y adaptó piezas teatrales y llegó a ser presidente del Consejo de las Artes de Punjab.
Justo el tres de enero ocurrió el deceso del profesor Dong Yansheng, gran divulgador de las letras castellanas en la China continental. Con medio siglo dedicado a la docencia universitaria, en sus 89 años de vida le cupo el honor de haber traducido El Quijote al mandarín, hazaña que tal vez no logre ser superada en el futuro. (No se olvide que la primera versión china del genial libro de Cervantes, la de Lin Shu (1857-1924), no es en realidad una traducción, sino la adaptación fantástica y muy bien lograda del famoso texto, razón por la cual Lin, que no hablaba ni leía en español, es considerado “otro autor de El Quijote”). El rigor del profesor Dong, en cambio, pasará a la historia del hispanismo como un precedente destinado a iluminar el camino de las fieles traducciones al chino.
Con escasos 44 años de edad, el 10 de junio, murió de cáncer la dramaturga María Cárdenas, nacida en Argentina pero valenciana por raigambre artística, fundadora de la compañía de teatro La teta calva. A pesar de la sensación a trayectoria trunca que ha dejado su temprana desaparición, Cárdenas fue autora de una pieza extraordinaria que se llama Adiós todavía, tal vez uno de los dramas mejor escritos en la España del último cuarto de siglo. Como decía ella misma, su obra «habla de esa obsesión de los ángeles de arrancarse de cuajo las alas, y la de los desangelados de implantarse unas plumas falsas». Un retrato a mano alzada de la complejidad humana con la riqueza metafórica del poema en prosa. Imperdible.
Daniel Dennett, uno de los “Cuatro Jinetes del Nuevo Ateísmo” —junto al biólogo Richard Dawkins, el filósofo Sam Harris y el ya fallecido escritor Christopher Hitchens—, murió el 19 de abril, con 82 años, sin renegar de sus polémicas ideas sobre la religión, el libre albedrío, el funcionamiento de la mente y el materialismo como explicación del origen de la moralidad. Otro filósofo, pero en las antípodas de Dennett, el austriaco Wolfgang Smith, también murió el año pasado, el 19 de julio. Agudo crítico del cientificismo, Smith tenía la ventaja de haber estudiado física y matemáticas, por lo que era capaz de contradecir a los filósofos ateos no solo desde la epistemología, sino desde la experiencia científica misma, pues había realizado amplios trabajos de aerodinámica, geometría diferencial y mecánica cuántica. Las vidas de Dennett y Smith fueron singulares y en varios sentidos complementarias, pues el primero era un pensador especulativo y el segundo era un hombre que conocía ambos campos, tanto el de la ciencia como el de la abstracción filosófica. Por qué uno murió ateo y el otro lo hizo dentro de su fe católica es algo sobre lo que bien vale la pena reflexionar.
El mundo de la investigación histórica también tuvo dos pérdidas importantes el año pasado, ambas en el mes de julio: el 17 falleció el carmelita español Teófanes Egido (88 años) y el 30 dejó este mundo la Dra. Nilda Guglielmi (96). Especializado en el estudio del siglo XVI, fray Teófanes realizó pioneras traducciones al castellano de los escritos completos de Martín Lutero, por lo que era muy difícil controvertirle sus afirmaciones en torno a las intenciones del furibundo reformador alemán al atacar al catolicismo. En cuanto a la Dra. Guglielmi, académica argentina de gran renombre, sus indagaciones en el medioevo europeo le llevaron a aclarar muchas de las falsedades que se dicen sobre esa edad de la historia humana, que resulta bastante menos oscura de como la han pintado los numerosos divulgadores de leyendas negras. Examinando a autores especializados como fray Teófanes y la medievalista Guglielmi queda claro que los bulos tienen siempre sus días contados.
En honor, por cierto, a la desaparecida historiadora argentina, uno de sus admiradores cita una hermosa frase de San Isidoro de Sevilla: «Aprende lo que desconoces… Primero sé alumno, luego doctor; consigue el nombre de maestro cultivando las disciplinas. Aprende el bien que oigas, enseña el bien que aprendas; no abandones el esfuerzo de aprender y enseñar… Agranda todavía más en ti la sabiduría, compartiéndola con otros… La sabiduría aumenta cuando se esparce y disminuye cuando se la guarda».
En fin… Los obituarios de 2024 se llenarán de elogios, merecidos o no, a celebridades de las letras y las artes que nos dejaron. En estas líneas he querido destacar a algunos autores menos conocidos, pero que resultan igualmente valiosos para el conocimiento enriquecido de nuestra humana naturaleza.
*Poeta y escritor. Colaborador de La Zebra.


