Mario Noel Rodríguez: «Julio Iraheta Santos está con el jefe» (memoria)

Réquiem para un poeta que pasó del marxismo al cristianismo durante la guerra civil de El Salvador.

Mario Noel Rodríguez
Poemas de Julio Iraheta Santos
La Zebra | # 90 | Junio 24, 2023

Ernesto Cardenal tuvo la dicha de contar con la tutela del poeta y sacerdote Thomas Merton, yo la tuve de Julio Iraheta Santos.

A Julio lo conocí en 1985, año en que fallece Hugo Lindo. Decía el anuncio: «Recital de Julio Iraheta Santos, en un lugar atrás de Didea, cerquita del “hoyo”». Llegué y de entrada me dijeron: “Pase adelante, hermano”. Enorme sorpresa: Julio era el pastor de una iglesita sencilla, ubicada atrás de Didea. Lo saludé y encontré a un ser humano que soñaba que el Reino de Dios comienza aquí en la tierra.

Esa noche escuché la poesía de Julio musicalizada por el cantautor Roberto Godoy. A Julio y a Roberto les manifesté que ese recital le cambió la ruta a mi corazón bohemio. Julio tuvo la genial idea de grabar el recital, que como buen discípulo que fui de él, escuché y escuché hasta las lágrimas.

“Y cuando faltes, madre, qué será de mí”.

Fuerte, fuerte.

De Roberto tenía sus cassetíos de “El pueblo de Dios”, pero ese recital era para cortarse las venas del espíritu.

Más allá del tema cristiano, nació entre los tres una química única, poética, refrescante, sincera, como pocas veces.

A Julio lo busqué, lo busqué y siempre lo encontré. Jamás me vio como alguien que se aprovechaba de su trayectoria literaria.

Un día Julio me expresó algo que me hizo hacer un alto en el camino.

«La diferencia radica en que mientras los marxistas andan en la búsqueda del “hombre nuevo”, nosotros los cristianos ya lo tuvimos hace dos mil años, y seguimos sus huellas para hacer verdad el amor.»

Me fui contra las cuerdas y lo abracé.

Yo había recibido clases camuflajeadas de marxismo en la UES y Julio venía de un marxismo ortodoxo del Partido Comunista salvadoreño.

Alguien que había tocado fondo, en todo sentido, le recitaba al Nazareno que lo había rescatado de las garras del cachudo.

He tenido la dicha de tratar personalmente a varios poetas de su grupo “Piedra y siglo”: Ricardo Castrorrivas, Luis Melgar Brizuela, Rafael Mendoza, José María Cuéllar.

Nos deja una obra variada, desde los cantos de amor a la esposa, hasta poemas para aniquilar a un país injusto.

Ahora Julio le está rindiendo cuentas al Jefe, aquel que con una espada de amor arrancó odios y pequeñeces de su corazón.

Junio 23, 2023.

Escritores del colectivo poético Piedra y Siglo en la Universidad de San Carlos, Guatemala, 1970. Entre ellos Rafael Mendoza y Luis Melgar Brizuela, al frente; y Julio Iraheta Santos, Ovidio Villafuerte y Jorge Campos, atrás.

Poemas de Julio Iraheta Santos

Julio Iraheta Santos (1940-2023). Poeta, autor de Confidencias para académicos y delincuentes (1970) y Todos los días el hombre (1975). Su poesía, coloquial y a menudo intervenida por exabruptos, tiene una clara afiliación con la estética de la antipoesía. Después de la guerra, con El Cristo de las calles (2005), su poesía se torna hacia un evangelismo protestante, y aunque conserva un filo de crítica social, su enfoque parte de la impotencia para cambiar las cosas más que de la denuncia en sí, como en el poema “El cristo de las calles”. Fue uno de los fundadores e integrantes del grupo Piedra y Siglo.

El poeta y la esposa

Mira mis ojos, esposa.
Mira cómo te copian todo el día.
De la cocina a la pila despilfarras aliento.
Haces cuentas del sueldo que no tienes.
Piensas en la leche de los niños.
Cambias pañales a la vida
y refunfuñas por tu suerte.

Mira mis ojos, esposa.
Si yo pudiera abrir un tallercito
y poner un letrero que dijera:

SE HACEN Y SE REMIENDAN VERSOS.

Pero la gente pasaría indiferente.

Mira mis ojos, esposa.
Hoy has andado 100 kilómetros en casa.
Yo muero de mirarte y me retiro
y a la esquina llego a pajarear tristezas
y a sangrar el último poema.

Poema del apático

Porque teniendo oídos no oyes.
Porque teniendo ojos no miras.
Porque teniendo manos no luchas.
¡Ah! Lázaro idiota.

El cristo de los parques

Yo he visto a Cristo
sentado en el espaldar de los sofás
de los parques de barrio
Le he visto con el rostro entre sus manos
rodeado por la humareda de los buses
mirando pensativo a los pordioseros
de la acera de enfrente
a los limpiabotas de la esquina del mercado San Jacinto
a las vendedoras ambulantes
al desempleado disimulando su hambre
bajo la sombra de los árboles ralos
a la prostituta adolescente
que merodea por los arriates vestida
con ropa desteñida del mercado de pulgas
al retrasado mental que derrama
sus estrellas malolientes sobre su barbilla
a los alcohólicos y huelepegas andrajosos
con sus ojos rojos como semáforos abandonados
Yo le he visto y he tenido vergüenza
de pasar de largo en mi camino hacia el templo
y no sabiendo qué hacer
me he sentado a sus pies a llorar

Lidia Amanda querida

Lidia Amanda querida    veintidós años tu edad    bailo contigo
En el corazón de la ciudad predestinada
traigo tu mano derecha agarrada por mi mano izquierda contra mi pecho
Mi mano derecha yace fuertemente entre tu delgada cintura y tus caderas
a poca distancia de tu cabellera larga que ondea al ritmo del bolero encendido
del tango inquiridor de tus urgencias
Caminas como un ángulo tibio en mi pierna adelantada bajo el cielo de diciembre 
En el gran salón de la noche nos deslizamos como patinadores del tiempo
Es el vídeo de carne y sangre que respira nostalgias en mi tercera edad
que por tercera es tan espiritual como tu labio de fuego
fiebre de ayer siempre en la grupa del álbum que se resiste al olvido
Bailamos    amor    bajo la luna y el cielo estrellado    los ángeles nos miran
El frío se aparta de nosotros y lame los tejados cercanos
En el escenario cada instrumento expresa la emoción de nuestros giros
y gestos concentrados
Las lámparas nos observan y envidian nuestra audacia
Por todas las calles de la Santa Tecla nocturna vamos dibujando valses y canciones
mi niña aérea como un sueño sublime    mi muchacha de veintidós años               
yo de veinticinco    Imagino transparente la falda de tu inocencia escondida       
y todos mis poemas heridos sumerjo en el mar de tus renovadas caracolas
de donde surgimos renacidos como un volcán de palabras y cachorros
Los primeros rayos del sol aparecen en el filo de nuestra biografía
y yo sigo agarrado a tu cintura metiendo mi rostro en el tuyo
escondido en tus cabellos
como un niño que tiene miedo de enfrentarse a la vida

Julio Iraheta Santos, Francisco Morales Santos, Jorge Campos, mujer no identificada y Luis Melgar Brizuela. Fotografía histórica cortesía de Álvaro Darío Lara.