Fabricio Estrada: «El sur queda a la izquierda» (poesía)

Versos seleccionados de entre la obra de un hondureño que destaca por su claridad expresiva y por una imaginación crítica, siempre atenta a los “matices históricos”.

Fabricio Estrada
La Zebra | #17 | Mayo 1, 2017

El sur queda a la izquierda

El sur queda a la izquierda,
el norte a la derecha.

A la derecha la osa polar
al sur la cruz del sur.

A la derecha las señales de no acelerar,
las estaciones solitarias,
el frío retén de los inmigrantes.

El sur tiene siempre fronteras con otro sur
y los pájaros lo saben
y no descansan hasta dar con él.

Yo siempre elijo las ventanillas que dan al sur.
Por la derecha suben siempre los policías,
por la izquierda
emigran los pájaros.

Sur del mediodía, 2013.

Pleamar

Hay tumbas que están cayendo al mar.
Hoy precisamente
hoy que recuerdo a mis muertos,
a mis muertos que imagino juntos
dentro de un autobús que se va de excursión
al mar
con la comida preparada
y la ansiedad de las olas.

Las islas Marshall serán engullidas por el Pacífico
y sus habitantes
tendrán que buscarse otras tierras,
emigrar en sus canoas
de la misma forma en que un día
tomé mis cosas y me largué de la infancia

Un autobús me ha traído y llevado
siempre al mismo naufragio
a la misma orilla que recorro adentro
con muertos
que las olas
me devuelven.

Houdini vuelve a casa, 2015

Álbum

Antipatrio mató a Ares
Ares era su hijo
Antipatrio hijo de Filemón
Filemón hijo de Arcadio
Arcadio abuelo de Antipatrio.

Ares murió desangrado
Ares hijo de Antipatrio
Arcadio bisabuelo de Ares
mató una vez un ciervo
y bebió de su sangre.

Filemón tuvo un solo hijo
Antipatrio
Antipatrio lo miraba regresar y se escondía
regresaba Filemón
padre de Antipatrio
Filemón el sexto hijo de Arcadio.

Arcadio mató una vez a un ciervo
el ciervo era hijo de Arcadio
salía con él a cazar
todos decían que Polifemo era como un ciervo
porque Polifemo corría y no se dejaba agarrar
Polifemo era hijo de Arcadio
Polifemo tío abuelo de Antipatrio.

Polifemo se interpuso entre su madre y su padre
Arcadio quería golpear a Terencia
y Terencia lloraba.
Polifemo dijo que no
le agarró el machete a Arcadio
y éste no lo perdonó.
Ares soñó que cazaba
junto a un viejo que parecía su padre
Ares tataranieto de Arcadio
Arcadio padre de Filemón
Filemón padre de Antipatrio
Antipatrio padre de un ciervo
de sangre caliente y espumosa.

Houdini vuelve a casa, 2015.

Del cómo un ejercicio de respiración nos lleva a Spinoza

«Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte,
y su sabiduría no es una meditación de la muerte sino de la vida»
(B.S.)

Y no vendrás a decirme
que la vida termina
con un tordo que llega y se estrella
en la claridad de los muros,
que el tiempo es imán perfecto
para destinos inefables
y que el latido de dos amantes
nunca nos traerá el eco
de lo que alguna vez fue verdad
o simplemente el atisbo medroso
de flores eternas.

Nunca me será necesaria La Enciclopedia
para aceptar la simpleza
de un pájaro derribado por mis piedras
o un amor
que arranqué de cuajo
para empalarlo
ante el romántico sol de un crepúsculo.
No es suficiente lo que veo y soy
para entender el accidente
que hizo de la estrella
una mala metáfora de lo infinito;
respiro y hablo,
advierto y predigo,
y aun así nada es suficiente:

los planos se despliegan
y en ellos nadie explica
dónde se borran las líneas
o dónde comienza el filo
de este papel imaginario
que me tocó en suerte vivir.

Houdini vuelve a casa, 2015.

8:00 a.m.

Llego a la hora en punto.
De esta forma, el tiempo adquiere
matices históricos.

Marco tarjeta
y busco a tientas mi escritorio.
Ya no dirán nada, he cumplido con llegar
y esto para ellos
es suficiente.

Ahora me verán callar
yendo del baño a la fuente de agua,
de la fuente de agua al baño,
y no sabrán que transito siglos atrás
por montañas del Ponto y ríos de Mongolia,
acompañando a Julio César
y exigiendo
un desfile con elefantes y timbales.

Luchas atrás,
con Gengis Khan por una larga estepa
y un buen caballo,
con Ibn Batutah y Marco Polo
junto a valkirias que me ungen
entre los muertos de Germania.

Y nadie sospechará,
me dejarán tranquilo
con mi rostro atento,
dirán que cumplo
y me pagarán por ello.

Solares, 2004.

Punto de retorno

Jamás se regresa,
volver es un jamás
que nunca cede.

Veinticuatro horas después
somos otros
creciendo inéditos,
buscándonos de la misma forma
cuando niños nos buscábamos en sueños
y no lo podíamos explicar
al despertar,
cuando el sol era blanco
y la gente comenzaba a andar
y ya no estábamos perdidos.

A ese lugar nunca se vuelve
por más que lo intentemos,
somos gente vieja

aún recién paridos.

Poemas contra el miedo, 2001.

Correo para un amigo

Heber, ayer
un pobre hombre fue muerto a tiros
mientras comía una naranja.
Yo no vi su agonía
sin embargo, cada mañana
he podido ver el redondo lugar
que dejó al caer.

Sobre él, dos niños juegan al trompo
y apuestan y discuten,
enrollan el cáñamo y lo sueltan
con un largo ademán de dioses creando.
Las horas se llenan de zumbidos
de voces difusas
que el pequeño tornado de madera
esparce junto al polvo.

Cada mañana
este hombre renace, Heber,
puedo asegurártelo.
lo he reconocido en su corta alegría
y por la sencilla forma
en que se detiene
cayendo sobre un costado.

Solares, 2004.

Prestidigitación

Vi perderse en el horizonte a la caravana de los húngaros. Muchas mujeres -entre ellas mi abuela- conocieron el hielo por ellos, siglos antes que Aureliano Buendía supiera de la soledad.

Las carpas eran retazos de banderas y cortinas de muerto. Pero había algo que anunciaba el fin de los novenarios. Los húngaros traficaban flores de latón y dulces de Esquipulas. Cruzaron todo el yermo y construyeron las ciudades que han ido olvidando el sortilegio.

Sin palabra extraña, las calles se diluyeron y los edificios dieron paso a las abejas. A los niños nos pedían darle vuelta a la manivela, y las sillas voladoras giraban y ese girar se quedó para siempre en nuestros ojos, y nadie sabe qué cosa miramos cuando vemos las nubes girar en el torbellino.

En Escandinavia mordí un vaso de hielo y esperé que los cruceros se largaran hacia el Báltico. Lo mismo hice en el río de la infancia, pero esa vez fueron piedras y las vainas de las paternas arrastradas por los días.

En el altar de la casa vivió un San Antonio manco que a nadie enamoraba.

Era la soledad tallada en madera.

Sur del mediodía, 2013.

Paredón con grafitti

No hay que olvidar
que muchos prefirieron ser fusilados
antes que correr desnudos en las fiestas de Pan;
que muchos
prefieren hacer filas interminables en los colectivos
a verse clavados en el horror de un fusilamiento.
La bala es un coleóptero tornasolado
que hace bolitas con la muerte,
su vuelo mantiene el suspenso
en los ojos que siempre quisieron ser globos de feria.
El sargento apoya su escalera
y pinta, con esmalte de quinceañera,
la sentencia luminosa que recordarán los tristes.
Sube el mercurio
y la llamarada solar hace sombras chinas;
baja el mercurio
y las focas buscan aparearse
en los cubitos de hielo
que flotan en el ron de los sábados.
No hay que olvidar
que ahora mismo una bala ha alcanzado el nirvana
y que un hombre cae
mientras muchos
pasan de largo y lo comentan,
se desnudan y se persiguen excitados.

Blancas piranhas, 2011.

26

Prefiero las terrazas que están cerca de los aviones. Cierro el libro y pronto siento cómo aterrizan uno a uno en mi pecho.

Las garzas suben como blancas llamas en la hoguera de los cipreces y los aviones las arremolinan hasta hacerlas polvo.

En 1857 el Cosigüina echó cenizas durante muchos días. ¡Y tantos pájaros erraron sus rutas, atravesando el cráter, consumiéndose!

Cuando pasaron los temblores cayó nieve y Willian Wells escribió que no había conocido ciudad con tanto viento y gente tan curiosa por los acentos. Todo era superlativo: las comadronas, la tristeza de las calles, el enorme sentido de la vacuidad y del comer en el suelo. Pero las miradas, las miradas desde las ventanas como hervidero de piranhas, eso sí que llegaba hasta los huesos.

El Cosigüina lanzó polvo transparente durante muchas noches. Desde entonces, Tegucigalpa fue una especie de Pompeya, ruina hipócrita.

Blancas piranhas, 2011.


fabricio_estrada-perfilFABRICIO ESTRADA (Sabanagrande, Honduras, 1974). Escritor y fotógrafo; actualmente, reside en San Juan, Puerto Rico. Sus poemas aparecen en antologías iberoamericanas y ha participado en representación de Honduras en diversos festivales internacionales. Sus artículos de opinión han sido publicados en revistas on line de Iberoamérica. Prepara la publicación de su narrativa. Su obra poética está reunida en los libros: Sextos de Lluvia (1998); Poemas contra el miedo (2001); Solares (2004); Poemas de Onda Corta (2009); Blancas Piranhas (2011); Sur del mediodía (2013); Houdini vuelve a casa (2015). Aparece en numerosas antologías de poesía, entre ellas: Cien Años de Poesía Política en Honduras, Roberto Sosa, editor (2003); La Hora Siguiente, Poesía Emergente de Honduras, Salvador Madrid, editor (2006); La Herida en el Sol, Antología de Poesía Centroamericana Contemporánea (UNAM, México, 2008); Puertas Abiertas, Antología de Poesía Centroamericana, Sergio Ramírez, editor (Fondo de Cultura Económica, México, 2011); Cuerpo Plural, Poesía Hispanoamericana Contemporánea, Gustavo Guerrero, editor (Instituto Cervantes de Madrid, 2010).