Enrique Jaramillo Levi: «Seducción» (ficción)

Tres minificciones de un escritor panameño, maestro centroamericano del género.

Enrique Jaramillo Levi
Fotografía de Jorge Ávalos
La Zebra | # 76 | Abril 11, 2022

Ambulancia

A balazo limpio (¿sucio?) acabaron con la vida del Honorable Diputado Amado Cisneros que, por supuesto, de honorable no tenía nada y de amado menos, en plena calle. Ahí quedó tendido rodeado de curiosos como buitres al acecho la media hora que tardó en llegar la ambulancia. Eso decía la primera parte del breve texto que en ese preciso momento leía en una mesita de esquina tomando café cuando los vi llegar, acercárseme en un instante, y frente a todo el mundo acribillarme sin la menor compasión, como en las películas que no hacen más que copiar burdamente la realidad que alguien antes escribió. Poco después, rodeado de comensales y sus crecientes murmullos, en una bruma absorbente oigo acercarse el aullido tardío de una ambulancia, y por supuesto no puedo seguir leyendo para ver cómo termina la historia.

Noticias buenas y malas

El día que las noticias del mundo entero informaron que Vladimir Putin, criminal de guerra así denominado por la ONU por sus crímenes de lesa humanidad en Ucrania, acosado por su propio pueblo se había suicidado en prisión tras el golpe de estado que le dio su propio Estado Mayor, yo me comía un rico barquillo doble de chocolate parado en la tienda de la esquina viendo pasar a las chicas. Eso se comentaba en la radio del chinito, a todo volumen.

Me fui corriendo a mi casa, cerca de ahí, para encender el televisor. Y sí, la prensa internacional había logrado la osadía de mostrar un close-up del cadáver del dictador. Una y otra vez repetían la imagen. “Un hijoeputa asesino menos en el mundo”, comentó mi padre. “Por su desmedida ambición murieron miles de ucranios y más de cuatro millones tuvieron que irse del país… Acabó como el otro loco de Hitler”, añadió mi hermano mayor, que es profesor universitario. Después las cámaras mostraron masivas manifestaciones, simultáneas en tiempo e intención, que estaban dándose en diversas ciudades de Rusia y por supuesto en la sufrida Ucrania, y en varios países vecinos de la antigua Unión Soviética, celebrando así un cambio drástico en el curso de la Historia.

No pasaron quince minutos cuando me llama por el celular mi buena amiga rusa Irina, de quien no tenía noticias hacía meses. Estaba llorando. En seguida me preocupé porque pensé que me iba a dar una mala noticia. Le pedí que se calmara.

—¡Se hizo justicia! —me dice feliz—. ¿Ves? —agrega—. ¡No todos los rusos somos como él!

—¡Tranquila! Nunca he pensado lo contrario —le respondí antes de despedirnos.

La voz de mi padre interrumpió de pronto en mis cavilaciones:

—¡El mundo al fin salió de uno de sus más peligrosos dictadores! —comentó—. Ya era tiempo. ¡Pero, coño, seguimos fastidiados con el maldito Covid-19! Acaban de anunciar el descubrimiento de una nueva cepa que ya empieza a hacer estragos en la India… ¡Y nada me extrañaría que el virus no tarde en llegar a Panamá, ahora que ya nos estábamos recuperando…! Una vez más a usar mascarillas y a enclaustrarse como monjes trapenses… —se quejó—. ¿Se dan cuenta? ¡Es el maldito cuento de nunca acabar!

Seducción

Como no lograba hacerlo desde el texto del que formaba parte como protagonista, y el deseo creado en ella empezaba a trastornarla imbuida de una fuerza superlativa cerró los ojos frustrada, buscando borrarse. Pero lo que consiguió fue aparecer de cuerpo entero junto al autor, y por supuesto la realidad fue mucho mejor que la ficción cuando logró al fin seducirlo. Fue fácil. Siendo en más de un sentido su padre, el escritor cedió al incesto sin reparar en que de alguna manera eso era, ya que no había reconocido el fuego uterino que aquella mujer, ahora de carne y hueso, puso en práctica con una lascivia nunca antes vista, pese a que fue él quien, libidinoso, la había creado así. El hechizo fue tan grande que al escritor no se le ocurrió preguntar quién era ni de dónde diablos había salido, si bien algo en ella le resultaba vagamente familiar mientras fascinado se dejaba cabalgar.


ENRIQUE JARAMILLO LEVI (1944). Escritor y gestor cultural panameño, reconocido como uno de los más destacados cuentistas de la región, es autor de más de cincuenta libros originales, entre ensayo, poesía, narrativa y teatro. Además, es un gran promotor de la obra de sus compatriotas, por medio de antologías y publicaciones periódicas, incluyendo la revista Maga, la cual fundó. Entre sus libros cabe destacar, entre muchos otros: Duplicaciones (1973, México), Caracol y otros cuentos (México, 1998), Luminoso tiempo gris (España, 2002) y Algo está por ocurrir (Costa Rica, 2013). En el 2013, el Fondo de Cultura Económico, en México, publicó una amplia antología de su obra como cuentista, Visión de conjunto.