Una reseña de la primera antología del microrrelato en Centroamérica.
María Solano Conde
La Zebra | # 83 | Noviembre 24, 2022
Alberto Sánchez Argüello (compilador). Aquí hay dragones: antología de la minificción centroamericana. La Pereza Ed., Gainesville, 2020.
Bajo el interrogante de si existe la minificción centroamericana, el escritor nicaragüense Alberto Sánchez Arguello examina en esta antología la inmensidad del “continente digital” y sus tesoros ocultos. Mediante un rastreo de autores y obras que hasta entonces constituían un “territorio desconocido” para él, en vínculo con la expresión que da título al libro, descubre que su premisa sobre un aparente déficit en la literatura hiperbreve centroamericana respecto de otros territorios no concuerda con la realidad.
Para ello toma como punto de partida la intervención de la poeta Zingonia Zingone “Microrrelato o Minicuento en Centro América”, en el marco de la Feria «Più Libri Più Liberi” celebrada en Roma en diciembre 2014. En ella, Zingone se sirve del célebre microrrelato “El dinosaurio” de Augusto Monterroso para esbozar un recorrido por el panorama del microrrelato en Centroamérica. Creadores como Kalton Harold Bruhl y el propio Sánchez Arguello, mentados en su intervención, vuelven a aparecer en esta antología.
En total se concentran quince autores procedentes de seis países: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Algunos de ellos provenientes de la poesía o de la escritura en general, pero también arquitectos, músicos u odontólogos. Una selección de ochenta páginas que, como tal, no condensa —ni lo pretende— la profundidad real de la narrativa hiperbreve centroamericana, pero que funciona como carta de presentación para aproximarse a ella o descubrir nuevos nombres.
La antología comienza con la guatemalteca Vania Vargas, cuya selección se rige por la unidad temática en torno a los sueños. Se trata de microrrelatos cortos, de apenas un párrafo. En contraste, algunos de los textos de la siguiente autora, Marilinda Guerrero Valenzuela, sobrepasan las dos páginas. En ellos, la cotidianidad de ir al trabajo o visitar a unos amigos se mezclan con la ciencia ficción y lo irracional y dan lugar a voyeristas ojos gigantes, viajes desde un ataúd y máscaras que forman parte de la identidad. Lorena Flores-Moscoso, por su parte, evoca la infancia con sus concesiones al nacimiento o al juego, aunque siempre acompañadas de un regusto amargo.
En el segundo bloque, correspondiente a los autores salvadoreños, Gabriela Velis reformula las fábulas clásicas, con liebres que emplean los mecanismos de la tensión narrativa, cerditos autoconscientes o sapos que lejos de convertirse en príncipes optan por adaptarse a la sociedad contemporánea y sucumbir a la tiranía de la imagen física. Jorge Ávalos recoge el testigo de los clásicos, que en su caso aborda a través de Monterroso y de un Aristóteles apócrifo, para constatar que “hay libros que muerden”. También explora la metalingüística, en el original “Un incidente gramático”.
En Honduras nos espera Martín Cálix, que comienza indagando en los mecanismos de la transmedialidad con “Remix deluxe de una canción que cantó Mick Jagger”. En él, el tema “Rain Fall Down” sirve de excusa y a la vez de hilo conductor de la historia. De igual modo, estudia la intermedialidad a través del cine, de la mano de Max Schreck y su “Nosferatu”, con el que aborda la complejidad de la ternura y sus múltiples manifestaciones. Dentro de la selección del también hondureño Kalton Harold Bruhl destaca “La familia es primero”, donde recurre a una nueva versión del Génesis para demostrar que el egoísmo no es un vicio propio de nuestra época, sino que afectó hasta el mismo Noé.
Le sucede Nicaragua, con María del Carmen Pérez Cuadra y su alegato en favor de los animales. No resulta casual la coincidencia en los temas: su blog se llama “Animal inédito”. A continuación, Martha Cecilia Ruiz se centra en las relaciones de pareja y sus escollos característicos. Sus obras escogidas son especialmente breves (a excepción de “Canto decembrino para jóvenes doncellas y sus amantísimos pretendientes”), con algunos microrelatos compuestos por tan solo una o dos frases — son los casos de “Crítica literaria” o “Cuerpos perdidos”, entre otros—. Le sigue el compilador de la antología, Alberto Sánchez Arguello, que se aproxima a temáticas como el hambre, la infancia o el precio de tener un hogar al que regresar.
En Costa Rica, Silvia Piranesi ejerce de guía en una abrumadora visita guiada por las enfermedades respiratorias, que ayuda a ponerse en la piel —o, más bien, en los pulmones— de un aquejado de asma. Por su parte, Diego van der Laat, hace cómplice al lector de los celos y la envidia que un pequeño diccionario le profesa a una enciclopedia, y de una “Nueva humanidad” posapocalíptica en la que se adoran ídolos ya no de barro sino de silicona.
La compilación acaba en Panamá, donde Melanie Taylor Herrera reinterpreta “Las mil y una noches” desde una perspectiva feminista, José Luis Rodríguez Pittí relata un fugaz romance interespecista y, por último, Lilian Guevara esboza el anhelo de infinito a través de la astronomía y de los libros de viajes.
Dejando el contenido a un lado, desde una perspectiva formal destaca la publicación de la antología bajo una licencia Creative Commons. Esta posibilita a los usuarios leerla y compartirla de forma gratuita, en sintonía con la esencia de los microrrelatos en lo relativo a su accesibilidad y divulgación en la red. En este sentido, también llaman la atención los enlaces a webs, blogs o cuentas de Twitter de los autores, incluidos al final de sus respectivas biografías. Por un lado, apuntan al entorno digital en el que tiende a germinar la microficción contemporánea, pero a la vez facilitan al lector ahondar en la producción literaria de aquellos autores que más interés le hayan suscitado o seguirlos de cerca para configurar su propia antología particular.

MARÍA SOLANO CONDE. Universidad CEU, San Pablo, Madrid. Esta reseña se publicó, originalmente, en Microtextualidades, revista Internacional de microrrelato y minificción. Número 3, 2018, pp. 181-183.