Patricia Trigueros: «Las sombras» (ficción)

Entre la memoria y el deseo, una historia de amor se escribe y desvanece en este melancólico relato de una nueva voz de la narrativa salvadoreña.

Patricia Trigueros
La Zebra | #20 | Agosto 1, 2017

Cada vez que se alargan las sombras y anuncian el atardecer, con cada rayo de sol dorado y abrazador, Lucio recuerda el olor del cabello grueso de su amada Catarina, la Cata que todos aman y conocen, pero que él logró ver y ver profundamente.

Yo digo más, aunque hable menos, Cata.

Días y meses pasó amaneciendo al lado de ese cabello tan grueso, tan largo, prefiriendo siempre, de todos los segundos, de todas las horas, esos momentos de siesta. Cada vez que Catarina dormía a media tarde sobre el edredón grisáceo y húmedo del apartamento de Lucio, se alargaban las sombras con la advertencia del atardecer y cada rayo de sol dorado abrazaba la espalda pecosa y desnuda de esta mujer que Lucio amó y ama. ¿Cómo se habrá fijado ella en alguien tan arisco como él?

¿Qué será esto que me jala a ti?

Tu es un enfant, ella lo logró alcanzar y mudó su piel, dejando atrás sus malas manías, pero coincidieron a medio camino. Él tenía ya historias de relaciones largas, pero no de amores, no así. Se protegió por años de todo amor que no fuera distante, y se creía inmune a este sentimiento que acabó por atravesar todas y cada una de sus fibras, hasta hacerse cenizas y botar pedazos, palabras desperdigadas por su pluma.

Catarina, tú eres 40 páginas de mi vida.

Lucio, my love; con un tono de que no es verdad, de que todo es mentira, con un leve aire a víctima que no desaparece ni cuando ella es victimaria. El sabor a tabaco se confunde en los labios de Lucio con la sal de lágrimas.

Me querés dejar, ¿pero esperas que yo te deje?

Los ojos grises de Cata estaban pálidos, sin vida, huecos: eran puro vidrio, y los cachetes de Lucio se llenaron de color. La sal tapaba sus venas. Se abrigó con su chaqueta de cuero antes de (dejarla) irse, y se llevó consigo sus onzas de desesperación. Dejó suficiente para que ella pagara la cuenta y la propina. Cata empezaba a reconocer que aún le hace falta crecer y volar sola, y en su propia soledad Lucio veía los escenarios en los que Cata compartía su vicio con otros. El vino puede durar hasta llegar a un tope en la madrugada —un punto final ubicado entre las cinco y seis—, pero el dolor punzante en el corazón no se agota, y lo único que Lucio pudo hacer fue expresarlo en un correo, sin más palabras que sus tres frases, que sus quiero abrazarte y decirte al oído esas cosas que no deseas escuchar, mi Cata, que sus quiero sentirte y dejarte.

La primera vez que regresó, Lucio llegó al bar dispuesto a aceptar lo que estuviera a su alcance, una migaja de cariño, una verdad alarmante. Él sabía que Catarina había sido perseguida por animales y devorada en la jungla de su vida sentimental, y no la culpa, no la puede criticar. Permea esa paz del sol acariciando su espalda pecosa y sus manos no quieren acompañar a nadie más, y siempre regresan a la superficie estas ganas de quedarse con el petite amor de su vida. Mi Cata sonreía al ritmo de sus caderas, las caderas más perfectas que han entrado al apartamento del edredón grisáceo, mi petite Cata. Cada vez que regresaba, se grababa más su silueta en esas sombras alargadas que anuncian el atardecer; yo no quiero que te desvanezcas, yo guardo tu recuerdo y dejaba así saliva en esas orejas suaves. La sonrisa que alumbraba la habitación oscurece los recuerdos, y Lucio se pregunta, con el tabaco que llena su boca cada vez que le pesa el pecho, ¿cómo un momento tan bueno condena a un hombre a encontrar mediocridad en tantos otros?

Ella dijo un día que creía que lo amaba, y explicó, después, cubriéndose su cuerpo con una bata llena de historias, que no es lo mismo creer amar que amar de verdad; pero sí te quise, mi Lucio.

Lleno de su ausencia y del peso de cada golpe, de cada tristeza compartida, Lucio recuerda a Cata cada vez que las sombras se alargan y anuncian el atardecer.


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PATRICIA TRIGUEROS (El Salvador, 1987). Escritora, redactora publicitaria y traductora. Ha sido co-editora de La V Magazine y gurú de comunicaciones de la plataforma en línea de diseñadores salvadoreños Etiqueta Menta. Estudió Letras Modernas en la Université Michel de Montaigne (Bordeaux 3), Innovación Aplicada y Diseño Estratégico en IED Barcelona y Comunicaciones Integradas de Marketing en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.

Fotografía: “Atardecer” de Jorge Ávalos.