La primera reseña del famoso primer libro de Alfonso Kijadurías sigue siendo la más clarividente.
Ricardo Lindo
Ilustración de Alfonso Kijadurías
La Zebra | # 87 | Marzo 30, 2023
La siguiente reseña se publicó en 1971 tras la publicación de la primera edición de Los estados sobrenaturales de Alfonso Quijada Urías (Kijadurías). La republicamos en esta ocasión por la primera reedición del libro, en su 50 aniversario, por Falena Editores.
Lejos (no obstante lo que una nota de presentación pretenda hacernos creer) de la gesta del Che como de la poesía de Ginsberg, el libro Los estados sobrenaturales de Alfonso Quijada Urías (Kijadurías) está compuesto por un delirio y una recapitulación sórdida.
El primero, titulado “Los estados sobrenaturales”, ha sido escrito en un constante paroxismo. Este poema prescinde de toda exaltación retórica. Puesto que el signo de exclamación distingue el grito del no-grito, en el discurso del hombre que habla a gritos el signo de exclamación sobra.
La fuerza misma de su discurso hace prescindir a Quijada Urías de las mayúsculas, como del orden lógico de las ideas. Una ola de imágenes avasalla al espectador, provenientes de una personal nostalgia, o de un pasado más remoto que la memoria individual, o bien de la realidad cotidiana traducida del lado de los sueños. Imágenes del hombre que huye por el techo de la agobiante jaula de su realidad, que se venga de ella acusando sus incómodos rasgos, dando a su monstruosidad una evidencia que la haga digna del delirio. Así, pensamos en Hieronimus Bosch leyendo estos crueles dibujos:
«Su cerebro ya no es el campanario donde se reúnen dos locos a comer murciélagos.»
Quizás recordó el poeta “La extracción de la piedra de la locura” del propio Bosch cuando escribió:
«Son las palabras abriendo enormes hoyos en la piedra de la locura.»
El poeta se identifica con el loco, quien dice impunemente la verdad como en los teatros ambulantes de la Edad Media.
Un mundo de monedas, aldabas y manuscritos, mundo tamizado por la nostalgia, sirve a Quijada Urías de un decorado para su sucesión de fantasmas bienhechores y abominables.
El resto del libro, dividido en dos partes por razones cronológicas más que literarias, prescinde de la liberación que ofrece la caricatura para describir minuciosamente la realidad mezquina que lo rodea, la pobreza, la falta de horizontes culturales, la injusticia mezquina que lo rodea, la pobreza, la falta de horizontes culturales, la injusticia social. No hay aquí un aliento de lucha. El poeta observa en torno suyo, los anteojos empolvados por una tenaz desesperanza, sintiendo su impotencia y usando por joder, como él diría, una ironía inútil.
Quiere insultar, pero la conciencia misma de la ineficacia de su insulto hace que sus palabras, al caer sobre el papel, hayan perdido ya parte de su fuerza y vayan cargadas de melancolía.
Oponiéndose con hurañez a todo valor establecido de la sociedad, no le concederá a esta ni siquiera la tranquilidad de hablar en su propio lenguaje:
«aprendí a confiar en las malas palabras.»
En la descripción de un mundo degradado, las altas palabras se encontrarán ridiculizadas y los altos conceptos renovados por la pureza de las malas palabras:
«Cuando salimos, la mujer gorda nos esquilmó con esa extraña
manera de hacer el amor;
somos tristes como esa fábrica de sombreros,
y aun así es un lujo entrar en esta forma de soberbia
dominical
y encarar la religión paterna
el basurero filosófico donde los primos se reúnen con esa fina
ironía de recoger prepucios.»
El poeta atacará el himno nacional, el mobiliario Luis XV, los consejos de almanaque. Su trabajo se asemeja a la labor del comején. Un comején amargo y profundamente lúcido.
París. Mayo, 1971.

RICARDO LINDO (San Salvador, 5 de febrero de 1947 – 23 de octubre de 2016). Poeta, narrador y ensayista salvadoreño. Obtuvo un temprano reconocimiento por su poesía, pero alcanzó celebridad con su primer libro de cuentos XXX (Equis equis equis, 1968). El libro fue seguido de otro libro de cuentos surrealistas que publicó bajo el seudónimo Ricardo Jesurum, Rara avis in terris (1972). Su poesía está recogida en varios libros: Jardines (ilustrada por Salvador Choussy, tres ediciones: 1981, 1983 y 2016); Las monedas bajo la lluvia (ilustrada por Salvador Choussy, 1985); El señor de la casa del tiempo (Serviprensa, 1988); Morerías de papel (ilustrado por Guillermo Grajeda Mena, Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala, 1989); Injurias y otros poemas (ilustrada por Beatriz Alcaine, La Luna, Casa y Arte, 2004); Bello amigo, atardece (Índole Editores, 2010). Es autor de varias novelas, incluyendo Tierra (Dirección de Publicaciones e Impresos, 1996) y Oro, pan y ceniza (Editorial Lis, 2001), y de varios libros de cuentos, incluyendo la antología Arca de los olvidos (Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998). También es autor de varios ensayos sobre las artes en El Salvador. Esta reseña de Los estados sobrenaturales de Alfonso Kijadurías (Quijada Urías), apareció publicada en La Pájara Pinta, No. 64, San Salvador, junio-julio, 1971, cuando Lindo contaba con 24 años y vivía en París.