¿Por qué es importante abordar el tema del medioambiente desde el arte? Porque la voluntad creativa requiere una toma de conciencia del mundo en que vivimos, y esto implica prestar atención a la crisis planetaria del cambio climático.
Jorge Ávalos
La Zebra | # 79 | Julio 24, 2022
Estas son las palabras pronunciadas por Jorge Ávalos, en representación de los artistas seleccionados para las residencias creativas del proyecto Cartografías Líquidas, durante la presentación del Mapa de Iniciativas Medioambientales de El Salvador, Tunantal, el 15 de julio, 2022, en el Centro Cultural de España en San Salvador.
Todo artista es, primero, un niño, una niña, un yo en el mundo. Madurar como artista es encontrarse al mundo en ese yo. Y tarde o temprano nos vamos a encontrar que ese mundo en el yo está sucio, contaminado y roto. El mundo que nos llega a la conciencia es el de sociedades en conflicto y de un planeta hundido en una crisis ambiental generada por la actividad humana.
Ese yo expresivo que impulsa al artista alguna vez fue tan puro como un brote de agua entre las rocas. Madurar como ser humano es convertir ese brote de agua en una fuente. Madurar no es sólo aprender de la experiencia. Madurar es aprender a compartir desde nuestra experiencia en el mundo, porque nuestro desarrollo como artistas está vinculado al desarrollo cultural de los que están a nuestro alrededor. Este es el otro lado del impulso expresivo del artista: el llamado a la creación.
Al artista nos empuja una necesidad expresiva, pero también nos hala una necesidad creativa. En nuestra conciencia, ese yo en el mundo y ese mundo en el yo, están teniendo un diálogo muy importante. Pero ese mundo en el yo casi siempre llega hasta nosotros… sucio. Muy sucio. Con lo bello y bueno, nos llega también miedo, dolor, ruido, basura, odio. Hay de todo allá afuera.
El mundo en el yo se quiere refugiar en nosotros, transmutarse en significado, pero el yo en el mundo necesita salir, darle voz a las cosas, poner color y luz donde no lo hay, hacer música del ruido, danza del caos, encontrarle sentido a la vida misma. El yo más personal del artista quiere darle voz y expresión a la cultura de nuestras comunidades. Y la única manera en que estas dos partes de mi ser tengan un refugio en mí y ocupen un lugar en el tiempo que nos ha tocado vivir es si hacemos del planeta un mundo que no se oponga a ese refugio interior.
Esta es la ecología del ser en el mundo. No es un juego de palabras. Es la búsqueda del equilibrio necesario entre el ser humano y el planeta que habitamos. Esta mutualidad es importante para nuestra conciencia, pero el debate interno entre necesidad creativa y comprensión del mundo que hemos creado es vital para nuestra supervivencia humana.
Tarde o temprano, todo artista se da cuenta que no basta con señalar o describir al mundo, con pintarlo tal cual es. A veces es necesario mostrar lo que nadie quiere ver. Pero hacer arte, recordemos, viene de esta tensión entre el yo en el mundo y el mundo que nos encontramos en el yo, en nuestra comprensión del mundo, y lo que eso significa es que cada tiempo requiere nuevas miradas, nuevos lenguajes, nuevas maneras de entender y de ser, incluso. Y esto nos trae el tema de la conciencia. Eso que a veces llamamos conciencia social, pero que para un artista es nuestra conciencia a secas.
No hay gran arte sin una toma de conciencia, sin investigación enfocada, sin exploración deliberada, sin voluntad creativa. Si algo nos recordó la pandemia, es que cuando el mundo se refugió en sus hogares y en la incertidumbre, allí estaban, disponibles para todos, las fuentes del arte. Y a diferencia de muchos otros, no dejamos de levantarnos, aún tristes, aún deprimidos, a continuar creando. A través de cada artista, el yo en el mundo continuó su larga y productiva relación con el mundo en el yo. El mundo estaba roto, y casi nos rompe, pero aún así, nada nos detuvo. Es así como llego a un momento en mi vida en el que siento que debo ir más allá de nombrar y comprender la creciente crisis que enfrentamos. ¿Cómo me convierto en un agente cultural, es decir, creativo, en esta hora urgente para el planeta?
El anuncio de una residencia artística, es decir, una beca de creación, me ofreció un primer paso.
“Cartografías Líquidas —explica la convocatoria— es un proyecto de residencias artísticas y tecnología social desarrollado en El Salvador. La iniciativa busca fortalecer y visibilizar el trabajo de organizaciones e iniciativas ambientalistas de El Salvador a través del trabajo colaborativo con agentes culturales y artistas. Es un proyecto diseñado para generar espacios de creación colectiva que concluyan en productos, procesos y prácticas artísticas cuyo fin es producir conocimiento, posibilitar nuevos sentidos y narrativas sobre la crisis climática global y sus consecuencias, los derechos humanos, la memoria y el territorio.”
Cuando leí esta descripción de Cartografías Líquidas sentí que me llamaba de manera directa. Sentí que los forjadores de este proyecto me hablaban a mí, y que me ofrecían una oportunidad única para responderme por qué el mundo en el yo del que hablaba antes nos llega tan sucio. Mi inquietud inmediata me llevó a estas preguntas: ¿Cómo creo una narrativa relevante de la crisis medioambiental si no conozco a sus héroes? ¿Cómo regresamos a la imagen ancestral del planeta tierra como un hogar común, para salvarnos del mundo que tan torpemente creamos para nosotros mismos? ¿Y cómo regresamos a esta idea de que madurar es ser una fuente y no sólo la sed?
Al leer más sobre una de las sedes de la residencia, La Canasta Campesina, comprendí que el agricultor orgánico continúa siendo un agente importante en esta lucha. Mi proyecto se enfoca en restaurar dignidad al rostro del agricultor, en comprender y transmitir la importancia de estos productores de alimentos orgánicos que, con su labor cotidiana nos ofrecen vida, pero también son los principales defensores de nuestra frágil ecología.
El trabajo en función del medio ambiente es real, y la lucha para revertir el cambio climático, acelerado por la acción destructiva humana, es crucial para nuestra supervivencia como especie, pero requiere un salto de conciencia. Así que Cartografías Líquidas es metáfora y es acción. Los artistas que fuimos seleccionados para participar en estas residencias creativas no somos aprendices: ya tenemos una carrera productiva y venimos aquí a asumir los desafíos que el mundo en nosotros ya nos señaló en nuestra propia conciencia. Una residencia artística como esta, en comunidades rurales que están a la vanguardia en la lucha por lograr cambios a favor del medio ambiente, es un momento de gran humildad para nosotros. Esperemos que el yo en nosotros esté a la altura de lo que la tierra necesita de los artistas en esta hora urgente, ahora que sabemos que nuestro mundo está tan roto.

JORGE ÁVALOS (1964). Escritor y fotógrafo salvadoreño, editor de la revista La Zebra. Como cuentista ha ganado los dos premios centroamericanos de literatura: el Rogelio Sinán de Panamá, por La ciudad del deseo (2004), y el Monteforte Toledo de Guatemala, por El secreto del ángel (2012). En 2009 recibió el Premio Ovación de Teatro por su obra La balada de Jimmy Rosa. En 2015 estrenó La canción de nuestros días, por la que Teatro Zebra recibió el Premio Ovación 2014. En El Salvador ha ganado el premio nacional de ensayo 2020 por Las tres muertes de Alfredo Espino, el premio nacional de cuento 2021 por El espejo equivocado y el de teatro infantil 2021 por El niño que no se quería bañar.