Amir Houshang Ebtehaj: «El arte de transitar el tiempo» (poesía)

Miles acompañaron la despedida final del más grande poeta iraní del siglo XX. Una nota y un poema.

Amir Houshang Ebtehaj
La Zebra | # 80 | Agosto 27, 2022

Fotografía: @mehranmafibordbar / @nvpimages (Instagram)

Miles de personas acudieron al funeral del poeta iraní Amir Houshang Ebtehaj, conocido por su seudónimo H. E. Sayeh (“Sombra” en persa). Fue enterrado en el Jardín Mohtasham en la ciudad de Rasht, parte norte de Irán.

Houshang Ebtehaj fue un distinguido poeta iraní cuya pequeña, pero influyente obra, lo convirtió en una figura importante en su propio país y en la literatura mundial. Murió el miércoles 10 de agosto, en Colonia, Alemania, donde vivía en el exilio. Tenía 94 años. Según su hija Yalda Ebtahaj, la causa de la muerte fue insuficiencia renal.

Nacido en 1928, Ebtehaj era considerado por muchos como el último poeta iraní vivo de la vieja escuela. En una de las más sorprendentes ironías recontadas por él, cuando estaba en prisión en Irán en 1983, las autoridades penitenciarias solían tocar en los altoparlantes canciones para inspirar en los prisioneros políticos los sentimientos patrióticos que supuestamente carecían, entre ellas: “Iran, Ey Saraye Omid” (“Iran, tierra de esperanza”), cuya letra había sido escrita por Ebtehaj.

La versión española del poema que presentamos, “El arte de transitar el tiempo”, es de Jorge Ávalos, a partir de la traducción inglesa de Chad Sweeny and Mojdeh Marashi.


El arte de transitar el tiempo

El mundo no comienza ni termina hoy.

Triste y feliz, oculto estás tras una cortina.

Una vez en el camino, no te desesperes por la distancia.

Arribar es el arte de transitar el tiempo.

Un viajero experimentado en ruta hacia la puerta del amor.

Tu sangre deja su huella en cada paso.

El agua quieta pronto se hunde en la tierra,
pero el río se convierte en un mar.

Esperemos poder alcanzar el objetivo.

Tantas flechas han volado desde este viejo arco.

El tiempo me enseñó a dejar ir el afecto por tu cara,
por eso estas lágrimas se tiñen de sangre.

Cuán vergonzoso es este interminable ciclo de décadas.

El tiempo trata el corazón humano como un juguete.

La caravana de tulipanes que cruzaba esta pradera
fue aplastada bajo las pezuñas de los jinetes del otoño.

El día que se ponga en marcha el aliento de la primavera,
flores y pastos nacerán de orilla a orilla.

Montaña, hoy escuchaste mi grito.

El dolor en este pecho nació con el mundo.

Cuántos alabaron la hermandad pero no la vivieron.

Dios, ¿cuántas leguas entre la lengua y la mano?

La sangre gotea mis ojos en este rincón perdurable.

La paciencia de cada día exprime día a día mi vida.

Vamos, Sayeh, no te desvíes del camino.

Una joya está enterrada debajo de cada huella.